Apartment 7A
Si bien es cierto que durante 2024 se están produciendo estrenos de terror de todo tipo y para todos los gustos, si uno mira bien de cerca parece que el tema de los embarazos con trasfondo satánico tiene una clara prevalencia con trabajos como Immaculate o la sobresaliente La primera profecía. Con la última también se le puede agregar el hecho de que es una excelente precuela a un clásico del terror como es La profecía y junto con Un lugar tranquilo: Día 1, demuestran que las precuelas si se hacen bien son recibidas con los brazos abiertos. El caso de hoy también se trata de una precuela a un clásico si cabe más querido del terror como es La semilla del diablo, pero las sensaciones que deja no son las mejores.
Terry Gionoffrio es una bailarina con problemas que está dispuesta a hacer todo lo necesario por labrarse un nombre en la Nueva York de 1965. Cuando una pareja de ancianos, el matrimonio Castevet, residentes del Bramford, tratan de ayudarla con la mudanza al edificio, Terry no se puede creer la suerte que ha tenido. Sin embargo, el matrimonio Castevet parece tener unas oscuras intenciones respecto a Terry y su mudanza.
Natalie Erika James, la directora de esta precuela, previamente había demostrado talento y conocimiento en cuanto a los códigos del terror y los miedos femeninos en la muy recomendable Relic, por lo que parecía una persona perfectamente capaz de capitanear una cinta que también hablase de otro miedo inherentemente femenino. Y no se puede negar que tiene puntos interesantes a tratar como la decisión de la mujer sobre su propio cuerpo, la difícil decisión de tener que elegir entre la maternidad o perseguir cualquier carrera, la presión impuesta por la posibilidad de ser madre soltera o ciertas humillaciones que parecen sufrir las mujeres en el mundo del espectáculo solo por tratar de demostrar su valía, pero la película adolece de un gran problema durante su metraje, y es que más que una precuela parece estar más interesada en ser un remake con algunas libertades en la historia, pues la historia de Terry no deja de ser también la historia de Rosemary con unas ligeras diferencias.
Tampoco ayuda el hecho que la historia de Terry sea casi tan inmediata en el tiempo a la llegada de Rosemary y Guy al edificio Bramford, lo que supone que los detalles de la cinta de Polanski y está precuela deben ir muy de la mano para mantener cierta consistencia argumental, algo que no siempre sucede. No digo que por esta decisión todo deba tener demasiada rigidez, pero hay cambios de carácter entre algunos personajes que hacen torcer el gesto. Por ejemplo, en el caso de Minnie Castevet. En la película original era la quintaesencia de vecina cotilla, invasiva y metomentodo, pero lograba que esa personalidad fuera sutil para terminar siendo alguien increíblemente insidioso, ahí era donde estaba el quid en ese personaje. En esta precuela Minnie es un personaje bastante más sabelotodo, que no tiene ningún miedo a hablar claramente y a amenazar cuando lo cree preciso. Es perfectamente entendible que un personaje durante un lapso pueda modificar su carácter, pero estando tan próximas en el tiempo la precuela y la película original se siente cuanto menos extraño.
A la hora de hablar de sutileza es inevitable caer en la comparación. Mientras que el filme original se caracterizaba por tener elementos mas propios del suspense que poco a poco iban desembocando en el terrible final, donde el terror se reservaba para escenas de carácter onírico, el propio terror yacía bajo la superficie y la importancia residía en todo aquello que queda en el fuera de campo. Las intenciones de James denotan que prefiere hacer gala del terror casi desde el comienzo, en algunas ocasiones resultando más cercano al jumpscare facilón y poco trabajado que en construir un atmósfera incómoda, cargada de matices y que el viaje de su protagonista vaya en un crecendo, por lo que su resultado no acaba siendo tan efectivo, sino que se convierte en una sucesión de tópicos ya vistos. Tal vez las únicas secuencias donde se puede vislumbrar un poco más de personalidad son aquellas donde el baile entra en juego, que aunque no siempre funcionen y alguna sea un salto importante sin red, se agradece ese riesgo y esa falta de miedo al ridículo.
Julia Garner como Terry es una buena elección de reparto, especialmente en todo lo que respecta a la trama de querer ser una estrella y estar dispuesta a todo con ecos de Cisne negro o Whiplash más que en su faceta de scream queen. Dianne Wiest como Minnie se nota que se lo ha pasado bomba interpretando a su personaje y roba cada escena en la que aparece, aunque en muchas ocasiones más por culpa de guion se a causa de tomarse libertades con el personaje original. Y me gustaría romper una lanza a favor de Kevin McNally como Roman, con un temple más calculado y más frío pero a la vez más cercano a su contraparte de la cinta original.
No es bueno hacer tanta comparación entre una película y otra, pero si la propia cinta no puede escapar a los propios fantasmas del pasado, se limita a repetirlos con peores resultados y los puntos positivos no resultan suficientes, al final la comparación resulta inevitable con su contraparte original y con otras cintas estrenadas este mismo año. Desgraciadamente, no todas las precuelas de terror pueden ser tan superlativas como La primera profecía.