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Un lugar tranquilo: Día 1

En 2018 irrumpió con fuerza Un lugar tranquilo en el panorama de cine de terror, ciencia ficción y suspense, convirtiéndose en un éxito de critica y publico y en mi opinión, por mérito propio, en una de las mejores películas de ese año por su sencilla pero tremendamente efectiva propuesta. De su éxito y debido al final de aquella primera película, una segunda parte también muy notable no tardó en llegar y volvió a cosechar los éxitos previos. Y debido a que la formula de este universo parecía no agotarse, surgió la idea de una precuela, una historia que más o menos constase como habían sido esos primeros días de la invasión a la Tierra de esas criaturas tan sensibles al sonido que pusieron a la humanidad en jaque. He aquí el excelente resultado.

Sam es una paciente terminal que vive en una institución fuera de Nueva York. Cuando Reuben, uno de los cuidadores del centro le ofrece un plan alternativo para ir a pasar un rato a la ciudad, Sam acepta a regañadientes. Pero lo que parecía una salida como otro cualquiera no tarda en torcerse cuando unas extrañas criaturas alienígenas comienzan a invadir la Gran Manzana.

Lo más evidente y lo primero que llama la atención es el acierto de cambiar de localización para tratar de entender un poco las consecuencias de ese fatídico primer día de la invasión. Ya pone en contexto que la cinta abra con el nivel promedio de decibelios que tiene Nueva York un día normal y que hace temer al espectador lo peor sabiendo lo que ya sabe sobre las criaturas. La escala de la destrucción en la ciudad estadounidense pese a que se haya visto en infinidad de ocasiones, funciona a la hora de crear una tensión palpable y para secuencias de acción muy dignas, que hasta cierto punto pueden remitir a la primera entrega de Cloverfield.

Y con esta acertada decisión demostrar literalmente el inicio del fin, la tensión de agudiza más al ver como del ruido diario que se tiene una metrópolis como Nueva York se pasa al silencio perpetuo, donde cualquier sonido mínimo es un error fatal en una sociedad tan acostumbrada a vivir con contaminación acústica. Esa tensión está tan bien creada que se traslada a las salas de cine o a los salones de lo hogares, donde si alguien está comiendo palomitas o bebiendo un refresco es bastante probable que más pronto que tarde el alimento se quede intacto, pues es mejor mantener el silencio. Como viene siendo habitual en la saga, el diseño del sonido está tremendamente cuidado y se le da la importancia que merece en su propio contexto.

Un lugar tranquilo: Día 1

Pero el filme podría haber optado simplemente por ser una película de apocalipsis genérica empleando la bien establecida marca de la saga y al igual que lo hacían sus antecesoras, sabe que gran parte del éxito además de la idea de que el ruido es mortal, que la gran baza es crear unos personajes con cierto bagaje emocional de cara a que el espectador se preocupe por ellos y que quiera que salga ilesos de la situación. Es de agradecer igualmente que el guion en varias ocasiones es artífice de que los personajes, al menos los personajes protagonistas, tomen decisiones inteligentes que les permitan seguir sobreviviendo entre todo ese caos desconocido. Y hay que detenerse en lo bien llevada que está esa conexión de supervivientes en medio de la destrucción entre Sam y Eric, quienes en principio no podrían ser mas diferentes en motivaciones y formas de ver la vida, pero esa pequeña humanidad, esos gestos de solidaridad entre ambos entre la total destrucción son un valioso rayo de esperanza que mantiene la cinta a flote, pues resulta muy fácil sentir empatía por ellos como lo era sentirlo por la familia Abbott.

Más allá de lo bien creada que está la atmosfera de forma perpetua en tensión mezclada con dosis de acción obligatorias en los filmes de invasiones, hay que deshacerse en elogios con las elecciones de reparto de Lupita Nyong’o y Joseph Quinn. Ella como una paciente terminal, totalmente insensibilizada a todo lo que le rodea, que ya no tiene motivos para seguir viviendo y que tan solo quiere ir una última vez a Nueva York con su gato Frodo para tratar de revivir los buenos tiempos y comer pizza como último deseo. Él como un novato estudiante de derecho que ha llegado a la ciudad con el objetivo de labrarse un mejor futuro lejos de su casa en Inglaterra, completamente desbordado al ver como ese futuro se ha ido por el sumidero en un abrir y cerrar de ojos. Y por supuesto Frodo, la verdadera estrella de la película, gran causa de que toda la emoción de la cinta funcione a la perfección y motivo de que los personajes de Sam y Eric conecten hasta el emocionante final, con un resultado satisfactorio y consecuente con ambos y con las reglas del universo creado.

Al igual que ha sucedido este año con La primera profecía, a priori una precuela no es algo que suela salir bien, pero queda demostrado que si se pone a los mandos a gente responsable conocedora el universo preciso y se logra una buena historia con unos personajes interesantes que conecten con el espectador, esas adiciones se reciben con entusiasmo.

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