No es ningún secreto que la irrupción de Un lugar tranquilo fue un éxito. Y es que al final su premisa de no emitir ni un sonido frente a una terrible amenaza es bastante atractiva que es de extrañar que otras producciones hayan querido copiar esa punto de partida. Sin embargo, a la hora de copiar hay que saber muy bien qué es lo que funcionó tan bien en la idea original y tratar de ajustarlo a lo nuevo, y con las copias o intento de copia con cada nueva fotocopia se va perdiendo la calidad hasta que el resultado final queda muy difuso.
Situada muchos años después del Apocalipsis, en un mundo donde nadie habla un culto persigue a Azrael, una joven que escapó de su reclusión. Pero Azrael está dispuesta a hacer todo con tal de sobrevivir, pues su destino de es ser sacrificada a unos demonios que residen en ese mundo.
Normalmente a la hora de explicar de qué trata la película en base a la sinopsis prefiero que sea algo a tener en cuenta para dar un pequeño contexto sobre lo que se va a poder ver en la cinta, por supuesto evitado spoilers. Pero en este caso si no hubiese leído la sinopsis y hubiese llegado a la cinta completamente a ciegas no habría tenido ni la más remota idea de la trama del filme. No sabría que la protagonista se llama Azrael, no sabría que ha sucedido un Apocalipsis, no sabría que Azrael estaba cautiva o de qué estaba escapando ni que la criaturas que campan a sus anchas son demonios. La película no se molesta en explicar nada de eso, tira directamente a los espectadores a la piscina sin haberles dado las herramientas para flotar antes de nadar y con ello es muy difícil reflotar después de esa nula presentación con cero contexto.
Uno podría pensar que todo ese juego del gato y del ratón que al menos el suspense o el terror haría que el interés se reinstaurase, especialmente si se tiene en cuenta la breve duración de la película invitaba a que la persecución podría ser frenética. Nada más lejos de la realidad. A lo largo del metraje nada de la mitología se aclara, sembrando mucha más confusión sobre lo que está pasando, no se entienden las motivaciones ni de Azrael ni de la secta que la persigue, ni de qué buscan los demonios de ella. El esquema de la persecución dada esta falta de información, o mejor dicho de aclaración, no tarda en volverse repetitivo y poco estimulante por el nulo contexto, provocando que el espectador empiece a disociar más pronto que tarde.
Por la contraparte positiva, se aprecia el intento por crear un ambiente más cercano al folk horror con el frondoso bosque y sobre todo la decoración de la iglesia que puede remitir a November, o las notables escenas con los demonios donde salen a relucir los fantásticos efectos prácticos en cuanto a la sangre y la casquería como una producción digna de lo mejor de los 80. Por el contrario, el diseño de los demonios si bien aterradores dado que gran parte de la historia transcurre de noche, resulta bastante olvidable, y nuevamente, el estar a ciegas por sus motivaciones no es algo que ayude.
Y si definitivamente hay algo en lo que brilla la película es en la elección de su actriz principal, quien se no ser por ella el resultado sería todavía más olvidable. Todos aquellos bien curtidos en el cine de terror actual conocen de sobra a Samara Weaving y saben de lo que es capaz como scream queen, ¿pero cómo adaptar ese arquetipo en un mundo donde no se puede hablar? Con mucha más entrega física, una expresividad más precisa y en definitiva, con los mismos manierismos que la han hecho ser el rostro reconocible del terror que hoy en día es. El peso de la cinta recae sobre sobre sus hombros y sorprende que no le duela la espalda de llevar con todo ese peso.
Es una pena el resultado, que para el final ya poco importa cualquier ida de olla o explicación vaga, teniendo en cuenta que su realizador había estado en la última temporada de Channel Zero y sus ideas habían cuajado bastante bien.
