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El asesino

Todos podemos estar de acuerdo que hay muchos aspectos criticables dentro de las plataformas hoy en día. Pero así como tienen cosas a mejorar de cara a ellas mismas y hacia el usuario, uno de los puntos a favor es que, con mayor o menor fortuna, han conseguido atraer a grandes nombres detrás de las cámaras con las promesas de libertad creativa y en algunos casos de distribución que tal vez los grandes estudios les han negado. Bajo esta promesa, no es de extrañar que uno de los grandes nombres que más contento se sienta con el trato brindado por Netflix sea David Fincher, quien en su trabajo con la plataforma ya ha sabido brindar joyas televisivas como Mindhunter o la interesante Mank. Su nuevo trabajo por la premisa parecía una vuelta a los origines del cineasta, solo que no imaginaba hasta que punto sería una afirmación tan literal.

Basada en la novela gráfica homónima de Alexis “Matz” Nolent, la historia sigue a un asesino a sueldo después de que un encargo no sucede según lo previsto. Esto le pone en una situación de huida internacional, donde sus jefes querrán salar cuentas con él y él estará dispuesto en adentrarse en la venganza, algo que según él no es nada personal.

Al no haber leído la novela grafica en la que se basa la película, solo puedo comentar lo visto en pantalla, algo bueno ya que Fincher tiene un sello inconfundible que está presente a lo largo de todo el filme. Los desasosegantes créditos, la paleta de colores entre los azules verdosos y los naranjas más cálidos, la milimétrica precisión del montaje como si se tratase del más veterano de los cirujanos, la estructura narrativa poco convencional que abandona los tres actos, la banda sonora industrial a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross con sus partituras sutiles, las pequeñas dosis de humor negro o el nihilismo que impregna a todos los personajes que van desfilando por las escenas, especialmente a su protagonista. Se podría decir casi que se trata de uno de sus trabajos más reconocibles como director, como si su intención final fuera la de analizarse a sí mismo en un autoensayo.

Sin embargo, a la hora de realizar este análisis sobre sí mismo se olvida de algo fundamental: que la historia resulte estimulante. Con esto no quiero decir que la historia sea aburrida, de hecho sus primeros 20-25 minutos con la presentación del asesino en París son muy prometedores y resaltan todas las virtudes estilíscas del director destacando un uso de la banda sonora con The Smiths con el montaje más propio del videoclip, pero consiguiendo un efecto muy único a la par que inquietante. Pero ese interés va decayendo a medida que los capítulos que componen la cinta van transcurriendo, hasta que termina por diluirse como el agua que traga el sumidero. Y esa pérdida de interés a medida que van pasando los minutos es que el acercamiento al asesino, si bien esta medida, contemplarla desde la distancia que construye la película resulta extremadamente gélida.

El asesino

Resulta curioso como en esos primeros minutos en París el asesino va intentando establecer algún tipo de monólogo diálogo con el espectador a través de la voz en off, un recurso que resulta valioso para determinar su estado mental y la propia frialdad de su profesión. Se intenta construir un vinculo entre el y el espectador debido a que a nada de hacer su trabajo se acerca el momento clave y su mente va a mil por hora mientras intenta ordenar los pensamientos de su cabeza. Del mismo modo, a lo largo de la película, la frecuencia de la voz en off va variando, dependiendo de las circunstancias más calmadas o frenéticas en las que se ve envuelto. Aunque en su intento de construir ese acuerdo entre asesino y espectador no resulta tan exitoso como Dexter o Patrick Bateman en American Psycho, también porque su forma de abordarlo es muy diferente, limitándose a hacer ese análisis desde la distancia de la figura del asesino en vez de hacer cómplice al espectador de sus acciones.

En este sentido, se siente más como una vuelta a los trabajos más tempranos de Fincher como The Game o La habitación del pánico. Unas historias que van directas al grano, son thrillers competentes con grandes estrellas y están muy bien filmados y montados, solo que tienen una frialdad tan intrínseca y no juegan tanto al factor de la sorpresa o al de los giros de guion que se sienten como trabajos menores siendo muy dignos. Es tal vez que Fincher siendo un gran nombre como director capaz de ofrecer trabajos memorables se le exija más que un simple notable.

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