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El exorcismo de Emily Rose

Pese a que suele ser un subgénero ciertamente popular si nos centramos en el terror, si uno mira detalladamente el número de buenas películas sobre exorcismos se pueden contar con la palma de una mano. Por supuesto está la película madre que no es otra que El exorcista, y en la categoría de notables rozando el sobresaliente también se encuentra la cinta de la que vengo a hablar hoy.

Emily Rose una joven muy devota que ha dejado su nicho familiar rural para ir a estudiar a la universidad en la gran ciudad. Es ahí donde comenzaran sus ataques y sus alucinaciones y viendo que la medicina no es solución suficiente, decide someterse a un exorcismo a cargo del Padre Moore. El exorcismo no da los resultados esperados, sino que Emily acaba muriendo en el proceso y el Padre Moore es acusado de homicidio. Erin Bruner, una famosa abogada, será la encargada a regañadientes de su defensa. Por si fuera poco, durante el juicio la fe de Erin será puesta a prueba, pues una serie de sucesos extraños comienzan a suceder en su entorno.

Las razones por las que la mayoría de filmes que tratan los exorcismos no son especialmente memorables es porque están más centrados en ofrecer un festival de sustos fáciles, contorsiones imposibles por parte del o la poseída o escenas de desagrado facilonas que no tienen más finalidad que la de causar un ligero malestar. A este esfuerzo mínimo de un terror hay que sumarle que también hay poco esfuerzo por crear historias interesantes de exorcismos, por crear un vínculo aunque sea pequeño entre los personajes y los espectadores para que acabe quedando algo de poso. Por fortuna, Scott Derrickson evita la mayoría de estos clichés desde el primer minuto, ofreciendo un trabajo muy estimulante y complejo que demuestra que las cosas se pueden hacer muy bien si se sabe cómo.

Supone todo un acierto comenzar la cinta desde el momento más crítico de la historia, que no es otro que la confirmación de la muerte de Emily. El público más allá de ese importante dato no sabe nada más, y los propios personajes también parecen albergar sus dudas en esa primera escena que pesa igual que una losa. Y es a partir de la celebración del juicio que se va explorando más todo el calvario que pasó Emily hasta su fatídico final con una estructura medidísima entre el pasado y el presente gracias un drama judicial con un suspense excelentemente construido, unos flashbacks donde el terror va in crecendo sin llegar a resultar paródico y un drama capaz de hacer que se cuestione la fe suponiendo el brillante nexo entre pasado y presente. Y es admirable como se construye el relato en estructura y mezcla de géneros, pues una vez que ha finalizado uno comprende que es la suma de las partes lo que ha dado tan buen resultado.

El exorcismo de Emily Rose

Al final, por mucho que en esta ocasión haya elementos muy fuertes de drama y suspense, las grandes películas de terror no tratan simplemente de imágenes escabrosas ni de momentos puntuales capaces de acelerar todo tipo de corazones. Al igual que la cinta de William Friedkin no iba solo del vómito, de como le giraba la cabeza 180 grados a Reagan o de cómo podía bajar las escaleras como si de un insecto se tratase, en esta ocasión se busca indagar sobre el poder dual de la fe y sobre la contraposición entre la ciencia y la religión, algo que por otra parte tocan la mayoría de las películas sobre posesiones pero casi nunca de una manera tan interesante. Ambas posiciones están tratadas con respeto, sobriedad y cierto temor, pues no siempre es fácil establecer los limites entres ambas, como bien demuestran el fiscal Ethan Thomas y la abogada Erin Bruner con sus intervenciones tan diferentes como contundentes para salvar su pellejo.

Y si el tratamiento sobre la religión es excelente, el trabajo actoral no se queda atrás. Laura Linney y Campbell Scott como la abogada defensora y el desalmado fiscal respectivamente realizan una batalla de titanes en la corte capaz de cortar cualquier tensión con un cuchillo. Pero tampoco se pude obviar la labor de Tom Wilkinson como el Padre Moore, cuyo trabajo tira más a la introspección y una extraña bondad propia de su oficio, al igual que el de la sufrida interpretación de Jennifer Carpenter como el personaje que da nombre al filme, quien es el rostro visible de un martirio literal y metafórico que deja a su paso algunas de las imágenes más aterradoras y poéticas que ha dado el subgénero de exorcismos.

En líneas generales, la carrera de Scott Derrickson como director se catapultó desde este momento, demostrando que es una persona increíblemente competente a la hora de tratar el terror, insuflándole vida a un subgénero con más sombras que luces y dando una pequeña joya que se mantiene impecable hasta el día de hoy.

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Road House. De profesión: duro

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