Entrevista con el vampiro. Segunda temporada
En una era donde hay tanta producción de series, donde los presupuestos y las historias son cuanto menos ambiciosos o que grandes estrellas tanto delante como detrás de las cámaras se prestan a participar en estos proyectos televisivos, desgraciadamente se ha vuelto más la norma general que entre una temporada y otra puedan pasar años en lugar de meses. El caso de Entrevista con el vampiro no ha sido la excepción debido a la huelga de actores y la espera ha sido larga aunque se han informado de muchos pasos por el camino. Finalmente la continuación de esa primera temporada ha llegado para mantener el nivel de matricula de honor y, una vez más, superar cualquier expectativa que tuviese.
Basada en la novela homónima de Anne Rice, Louis le relata en la actualidad la historia de su vida al reportero Daniel Molloy, con quien previamente trató de contar la misma historia en la década de los 70 en San Francisco. Pero esta ocasión Louis no está solo para narrar la historia, pues le acompaña Armand, quien ha sido su compañero durante años. Y el relato de Louis en esta ocasión narra como él y Claudia huyeron a Nueva Orleans a Europa con el objetivo de encontrar más vampiros aparte de Lestat. En París cumplen su objetivo al conocer al clan que lleva el Theatre des Vampires y a los carismáticos Armand y Santiago, pero pronto descubrirán que no se trata de unos vampiros benevolentes, sino que siguen un estricto código de leyes que de romperse acarrea graves consecuencias.
Como lectora y seguidora de los libros he de reconocer que la idea de dividir el libro en dos temporadas conociendo su volumen y su contenido me pilló por sorpresa, pues no creía que la historia restante que se había incompleta en la primera temporada diese para una temporada entera. Y una vez más, Rolin Jones, el encargado principal de la serie, sus guionistas y sus directores han vuelto a ponerme un gran punto en la boca y demostrar que estaba equivocada, que no solo era que se podía narrar la historia restante en una temporada, sino que se podía engrandecer aun más el material original, y eso lo puede hacer exclusivamente alguien que conoce de sobra la historia literaria para darle unas cuantas vueltas de tuerca y que el resultado sorprenda tanto a la gente seguidora de las Crónicas vampíricas originales como a los que solo han visto la adaptación televisiva.
Las semillas se fueron sembrando con mucho cuidado durante la primera temporada, poniendo a Louis a narrarle a Molloy sus inicios como vampiro, el propio Molloy cuestionando si la narración de Louis es creíble, la irrupción de Lestat y Claudia en su vida y las inevitables consecuencias que ambos trajeron, al igual que la sombría e insidiosa presencia de Armand en el presente, que en esta segunda temporada toma un papel mucho más activo en el relato tanto en el presente como en el pasado. Los espectadores ya conocemos a los personajes, sabemos de lo que son capaces y cuales son sus fortalezas y debilidades. ¿O tal vez no? ¿Tal vez lo que se ha contado previamente desde la perspectiva de Louis está adulterado? ¿Es posible que haya eventos críticos y/o traumáticos por los que pasó Louis que es mejor reprimir? ¿O quizás merezca la pena volver sobre algunos de los eventos ya narrados y recabar en los detalles? Con este nuevo capítulo de la historia incluso los hechos que ya se daban por válidos son puestos en duda al entrar más puntos de vista en el relato y que no solo sea Louis el narrador. Esto no solo hace que la serie en sí sea más estimulante de ver, sino que enriquece a los personajes, sigue aportándoles matices y los convierte a todos y cada uno de ellos en seres increíblemente complejos donde no hay bien ni mal, sino que todo depende de quien sea el que cuenta la historia. Es escribir y a la vez reescribir la historia como hacía la propia Anne Rice en las novelas y que obras de arte como los capítulos 5, 7 y especialmente el 8 son el cénit de lo que a nivel adaptación puede ofrecer esta serie.
Si para la primera temporada todo el contexto temporal era trasladado a principios del siglo XX, siendo este el inicio de la historia de Louis como vampiro, esta segunda temporada debía también hacer cambios con ese nuevo contexto, unos cambios que no podrían ser más acertados. Claudia anhelaba con navegar por el centro y este de Europa, ya que de ahí procedían mayormente las leyendas relacionadas con los vampiros, solo que en su travesía llegando en los años 40 a Europa se encuentran con una amenaza peor que los vampiros y un ambiente mucho más deprimente en el continente hasta llegar a París, una París que parece haberse librado del yugo de unos opresores y que está volviendo a renacer, pero que todavía guarda rencor entre sus calles por la noche. Y si el contexto durante la Segunda Guerra Mundial aporta mucho a la narración en cuanto a plasmar un horror indescriptible, a la hora de entrar al teatro regentado por los vampiros para engrandecer el medio teatral usan técnicas heredadas del medio cinematográfico, así como un auge por lo grotesco mediante obras de Grand guignol entre un público con sed de sangre.
Y continuando la estela iniciada con la primera temporada, si con esos primeros capítulos se notaba la intención de continuar la historia con el universo creado por Rice, con esta nueva de tanda de capítulos esos easter eggs están más presentes que nunca, como con el misterioso hombre que dice ser de la Talamasca y que se encarga de proveerle información adicional a Daniel para sacar a la luz los verdaderos entresijos de las entrevista, la propia incursión de la Talamasca, los fragmentos de la vida de Lestat o de la de Armand en París que datan de varios siglos atrás o la mención de vampiros milenarios y poderosos demuestran que hay grandes planes para el futuro en torno a la saga original y que personalmente estoy impaciente por todo lo que viene a continuación.
Todos los actores continúan con una salud de hierro demostrando que no había nadie más idóneo que ellos para sus respectivos roles. Jacob Anderson como Louis sigue ofreciendo unos matices de sensibilidad que caracterizan tan bien a su personaje, pero para esta ocasión también se le permite sacar una cara más cruda, dominada por la ira, la rabia y la brutalidad de su naturaleza vampírica. El cambio de actriz de Bailey Bass a Delainey Hayles como Claudia llegó en el momento idóneo, en la transición de una Claudia neófita cultivando el odio hacia sus creadores y buscando a toda costa el cariño familiar que se le había negado a una Claudia cuya mente ha madurado frente a su cuerpo que sigue siendo el de una niña, convertida en una mujer cargada de frustración, donde nunca ha sido la primera opción de nadie y que tan solo quiere una compañera para sentirse menos sola. Eric Bogosian como Daniel Molloy es incluso más afilado en Dubai, más desconfiado de los detalles aportados por Louis y por Armand en el relato pero también tiene sus momentos donde esa coraza de sarcasmo se quiebra y se le ve como el ser humano vulnerable con sus traumas. Resaltar también la elección de Ben Daniels como Santiago, el segundo vampiro a cargo del teatro aportando la mezcla idónea entre la teatralidad kitsch y la amenaza merodeadora entre bastidores, dispuesto a hacer lo que haga falta por tener su trono.
Y por supuesto, pese a que el protagonista de la historia en este arco es Louis, es obligatorio detenerse en los dos grandes maestros de la función en esta temporada, Armand y Lestat. Assad Zaman en esta ocasión tiene la oportunidad de demostrar el gran rango interpretativo que posee, desde el vampiro amenazador y con grandes poderes que podría someter a muchos con tal de salirse con la suya, rencoroso por no estar del todo conforme con situaciones complicadas de su pasado, un pobre lobo con piel de cordero en lo que respecta a su relación con Louis, y finalmente, el titiritero perfecto, experto en la manipulación más cruel. Respecto al Lestat de Sam Reid, no tiene tantos minutos en esta temporada, pero cada vez que aparece en pantalla demuestra por mérito propio que es la viva imagen del personaje: alguien que no se toma demasiado en serio a sí mismo, egoísta, engreído y un deleite siempre que hace acto de presencia a través de tantos prismas.
Podría extenderme más comentando el magnífico trabajo del departamento de producción artística a la hora de crear la atmósfera y los sets parisinos, de los responsables de efectos especiales y maquillaje a la hora de tratar con todo tipo de heridas sanguinolentas, de los vistosos vestidos empleados en las funciones teatrales o de lo bien encauzadas que están las lentes de la cámara y el montaje dependiendo de quien esté narrando la historia. Podría seguir hablando de esta serie hasta que no me quedasen palabras en mi vocabulario, pero espero que con todos los elogios y el entusiasmo derramado aquí hoy, como lectora y como espectadora, puedan picar la curiosidad de alguno y que se le de una oportunidad. Es seguramente la mejor serie en emisión que poca gente está viendo.