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Fuera de todo el espectro de historias sobrenaturales, dos de mis debilidades narrativas son las historias con personajes que van cruzándose hasta terminar entrelazados y las historias que tienen lugar en un corto período de tiempo o que se desarrollan en pocas localizaciones. Por tanto, no es de extrañar que cuando leí la sinopsis de la película de hoy inmediatamente me llamase la atención. Os hablo de Ghosts.

Durante un apagón en Estambul, las vidas de cuatro personajes de un barrio marginal, entre los que se encuentran una madre tratando de ayudar a su hijo encarcelado, una activista feminista, una bailarina callejera y un intermediario del negocio inmobiliario; se cruzarán en un negocio relacionado con las drogas.

Un punto a favor que tiene la cinta es su inicio in media res, cuando se dan pistas sobre todo ese caos que se ha desatado a lo largo de la ciudad y poniendo a los espectadores en una situación de tensión que capta el interés de forma inmediata. Sin embargo, el cambio de tono se da a la hora de presentar a los personajes, pues la película se toma la introducción con muchísima calma, contrastando con las primeras escenas y haciendo que sea todavía más estimulante el querer saber cómo han llegado los personajes hasta tal punto. Y si hay algo que queda muy claro con la presentación de todos ellos es el interés que tiene la guionista y directora Azra Deniz Okyay en plasmar la cara menos amable de la ciudad.

A pesar de que la técnica de la cámara en mano sea una constante con los cuatro personajes principales e incide en la sensación de que el ojo del espectador es incapaz de despegarse de cada uno de ellos, tiene un tratamiento característico con los cuatro, de modo que es relativamente sencillo entender el punto de vista de cada uno. Mientras que con Didem la cámara se siente muy cercana a ella, casi hasta el punto de resultar incómoda o incluso intrusiva, con Iffet se siente un poco más calmada, más propia del cine independiente de cualquier país donde el personaje tiene más espacio para respirar, o en el caso de Ela la cámara no deja de moverse alrededor de ella, creando una sensación de desorientación que casa bien con ella. Y evidentemente, esta técnica suma a la atmósfera casi documental que tiene todo el filme y al ambiente tan decadente de la Estambul contemporánea.

Pero al igual que hacía Fatih Akin con Al otro lado, salvando las distancias, el mosaico de personajes que construye es solo la fuente motora para hablar de los problemas de la ciudad: La construcción masiva de edificios nuevos para darle una imagen moderna mientras que los barrios más empobrecidos viven en la más absoluta miseria, la crisis de los refugiados sirios que aceptan cualquier techo porque es mejor que nada, el trato desmesurado de la Policía en los mencionados barrios marginales, la dificultad de llevar a cabo tareas de activismo, sea cual sea la causa o el feminismo tan incipiente que se muestra en las imágenes. Todos ellos son temas reconocibles con la Estambul de la actualidad y que la alejan de la versión más idílica que se suele vender de ella para adentrarse en las calles adoquinadas y en los edificios en ruinas.

Ghosts

Esto crea un arma de doble filo, pues si bien el contexto social y de denuncia está bien marcado y la intencionalidad no tiene ningún tipo de duda, no sucede lo mismo con los personajes, quienes quedan limitados a ser el motor de una historia que se queda corta. No todos tienen las motivaciones o las inquietudes bien definidas, lo que de traduce en que hay historias que al espectador no terminan de interesarle. Y es una pena, porque teniendo el trasfondo tan definido y con unas pinceladas mejor esbozadas a un par de personajes el puzle habría resultado más redondo. Tal y como reza el título, quedan reducidos a unos simples fantasmas, unas almas en vena que vagan sin rumbo fijo y que podrían ser unas de las muchas almas en una situación tan desesperanzadora.

Aunque hay algunos casos en los que el trabajo de caracterización está muy logrado, y un buen ejemplo de ello es Didem, la joven bailarina, pues su motivación queda clara desde el fotograma uno, sus temores se van explicando progresivamente a medida que avanza el metraje, sus relaciones de amor y odio se establecen con naturalidad y su pasión por el baile es palpable a través de la pantalla. Y el trabajo de Dilayda Günes encarnado a dicho personaje es extraordinario, y más al tratarse de una debutante, ya que se comporta como una adolescente más, con su determinación, su frustración, su rabia y hasta su impulsividad tan característica de dicha edad.

En resumen, se trata de una película que aunque lo que denuncia resulta bastante potente, al final acaba siendo la única carta válida, ya que su parte narrativa queda empobrecida por un escaso desarrollo de personajes y unas historias cruzadas que podrían haber dado para muchísimo más.

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