Guns Akimbo
Con la situación actual en la que debemos quedarnos en casa, para amenizarlo todo es buena opción el tirar de películas en formato físico o adentrarse en las diferentes plataformas esperando encontrar alguna sorpresa agradable. En mi caso ha llegado gracias a Amazon Prime Vídeo, donde está la película que vengo a comentar hoy: Guns Akimbo.
Miles es un perdedor que no está contento con su trabajo en una compañía de videojuegos y con su vida sentimental. Pese a todo, Miles está de forma virtual en Skizm, una especie de club de la lucha clandestino que organiza combates reales entre criminales y los emite en directo. Pero por culpa de unos comentarios desafortunados, los líderes de Skizm irrumpen en casa de Miles y le clavan pistolas en las manos, obligándole a participar en uno de los combates y teniendo que enfrentarse a Nix, una de las mejores y más letales jugadoras.
Al tener una idea que prácticamente es un survival, es normal que gran parte de la estética que se presenta sea similar a la de un videojuego, pero al mismo tiempo su fusiona con las técnicas cinematográficas: Mucho uso del punto de vista subjetivo tanto en los momentos que piden una mayor desorientación como en las escenas de acción que implican disparos, unos giros sobre la cámara que aportan mayor dinamismo, pantalla partida para mostrar a los dos combatientes, un sobreuso de la cámara lenta buscando la epicidad y el énfasis en la comedia, un empleo considerable de la voz en off, el hecho de que se muestre un marcador o el número de balas en la recamara, y una acción, que si bien tiene sus momentos de descanso para desarrollar las motivaciones de los personajes, cuando está sobre lo más alto es frenética y está editada de una manera que se ve con claridad de donde procede todo. Un estilo muy similar al de Edgar Wright, especialmente en Scott Pilgrim contra el mundo, incluyendo también una banda sonora tan desternillante como variada.
Siguiendo con la estética, resulta inevitable acordarse de cintas como John Wick o Atómica al ver todo ese entorno urbano que contiene varios estratos, y en una capa más profunda hacen acto de aparición estelar las luces de neón y un desfile de contracultura urbana, en especial con el aspecto de ciertos personajes. Las reminiscencias nuevamente son inevitables por el tipo de acción nítida que involucra persecuciones a pie o por coche, por unos tiroteos bien coreografiados y casi infalibles, aunque no exentos de humor, o la evidente y obligatoria parada con un final boss, a donde la historia se ha encaminado desde los primeros minutos.
Tal vez su mayor factor diferenciador con las otras películas citadas viene a ser en el tono, dado que no se avergüenza de ser tan rematadamente exagerada y siempre con el humor de por medio, algo que ya ocurría en Deathgasm, la anterior cinta del director, solo que aquí haya menos aire a serie B pero con el mismo humor simple y gamberro. Como contraparte, su subtexto sobre la violencia desenfrenada y lo que le gusta a la sociedad ser espectadora enfermiza de esa violencia quizás se puede perder un poco entre tanto desenfreno y evasión. Un discurso que es cero sutil pero no por ello menos válido.
Esta locura no podría llevarse a cabo si no estuviese capitaneada por unos actores que creyesen en el proyecto y dispuestos a enfangarse hasta lo más profundo. Por fortuna, Daniel Radcliffe demuestra una vez más que se mueve como pez en el agua este tipo de proyectos y que tiene buena vis cómica. Lo mismo sucede en el caso de Samara Weaving, actriz ya habitual en películas de terror sin pretensiones con mucho humor de por medio, que siempre da el 200% y con la impresión de que puede incluso dar más de sí. Ellos realizan gran parte del trabajo, pero el resto del reparto se encuentra en perfecta sintonía con lo que se exige.
Como farolillo rojo, se puede argumentar que su guion no siempre está inspirado, que hay ciertas líneas de diálogo que rozan lo absurdo en el peor de los sentidos, que los tramos en los que hay menos acción no son tan brillantes y entretenidos como aquellos en los que es lo principal es el frenetismo, que hay ocasiones en las que los retoques digitales son muy notorios o que incluso la sangre, por decirlo finamente, no siempre parece sangre. Por todo lo demás, la cinta no engaña a nadie. Si uno va buscando un pasatiempo que le haga reír, evadirse y simplemente disfrutar de una bizarrada que llega de vez en cuando sin ningún tipo de parangón con muchas armas de por medio, que no busque más pues su petición ha sido escuchada.