Historias de miedo para contar en la oscuridad
Después de esa pequeña gran revelación que fue La autopsia de Jane Doe quedaba por ver si con su siguiente trabajo Andre Øvredal se confirmaría como un nombre a tener en cuenta. Y lo cierto es que teniendo en la producción a Guillermo del Toro la cosa pintaba francamente bien. Ha llegado pues el momento de la prueba. Os hablo de: Historias de miedo para contar en la oscuridad.
Basada en una antología de relatos de Alvin Schwartz e ilustrados por Stephen Gammell, la historia se sitúa en 1968 en el pequeño pueblo de Mill Valley y más concretamente en la noche de Halloween. Un grupo de amigos decide aventurarse en una mansión abandonada objeto de todo tipo de leyendas negras con especial atención en la figura de Sarah Bellows. Allí hallarán un libro con varias historias de terror perteneciente a Sarah y pronto descubrirán que no se trata de un simple libro.
Nada más comenzar la película y también gracias a su ubicación en pleno Halloween se puede observar el tono y carácter que va a tener. Al igual que Truco o trato, con sus primeros minutos se vislumbra una atmósfera muy festiva con mucho humor y ciertos homenajes a la época y al contexto, aunque a diferencia de la cinta de Michael Dougherty, aquí hay un equilibrio muy logrado entre película de aventuras quizá más destinada a un público menor de edad e historia de fantasmas convencional no tanto para los niños. Y si bien es cierto que temáticamente y el hecho de tener varios personajes desperdigados por un pequeño pueblo la pueden acercar a la ya mencionada Truco o trato, es igual de fácil encontrar las similitudes con Stranger Things y a su vez con relatos que podrían salir de la mente de Stephen King, siendo el caso más claro la nueva versión de It.
Además de una buena simbiosis entre el tono más aventurero y lo más clásico, no se puede dejar de lado como el filme se mueve gracias a ese hilo conductor de casa encantada gótica con fantasmas rencorosos y como cada personaje parece tener su propia microhistoria con más o menos buena soltura. Si es cierto que cada cual puede preferir la gran historia que lo envuelve todo o los pequeños relatos que envuelven a los personajes y juegan muy bien con sus miedos convirtiendo sus peores pesadillas en una realidad de la que no pueden escapar, en mi opinión más personal, estaba más interesada en esas mini historias por mucho que hubiese un hilo conductor general en el que se nota muchísimo la mano de Del Toro.
Indagando más en esas microhistorias, es justo decir que tienen la misma aura de esas historias de terror que se cuentan en los campamentos alrededor de fogata mientras se tuestan nubes haciendo honor al propio título de la película. Y similar a lo que a veces sucede con estas historias, no siempre están bien rematadas, siendo algunas quizá excesivamente breves. Pero entre las virtudes que se pueden encontrar en estos segmentos es la buena mano de Andre Øvredal para crear una atmósfera de tensión, jugar de manera muy inteligente con los sonidos sin llegar a los tópicos y hacer un muy buen uso del fuera de campo. También es llamativo el hecho de que hayan traído a la vida con gran acierto las criaturas de las ilustraciones originales de Stephen Gammell (que uno se pone a echar un vistazo a esas ilustraciones y muy aptas para menores no son), creando así una buena malgama de monstruos que combinan los efectos digitales con lo manual y que con muy poco causan escalofríos.
Como nota discordante, sin lugar a duda los personajes. Uno puede entender que hay casos en los que debe primar la historia y los personajes no necesitan tanta profundidad y más si aquí se trata de apelar a un público más amplio en cuanto a rango de edad, pero en este caso son todos muy típicos: La chica con problemas familiares que se siente marginada y su escapismo es a través de la escritura, el chico regordete gracioso, el chico escéptico y sabelotodo, el chico extranjero que no debe meterse en problemas con la policía o la chica vanidosa. Y lo de que hay historias que no están del todo bien rematadas también se aplica al cierre general. Queda la sensación de que es un final excesivamente feliz y no del todo cerrado. Pero deja a su paso una pequeña antología llena de criaturas interesantísimas y la sensación de estar ante una película disfrutable que su visionado se presta para una cálida tarde de verano o para la noche víspera de Todos los Santos.