Honeyland
Tras su paso por diferentes festivales y varios galardones recibidos, este pequeño documental procedente de Macedonia del Norte ha logrado nominación en los Oscar por partida doble, en mejor película internacional y mejor documental concretamente, hecho que tal vez pudiera inclinar la balanza a su favor a la hora de recibir el premio. Os hablo de Honeyland.
Hatidze es la última mujer apicultora tradicional de abejas en Europa. Ella es una mujer cerca de los cincuenta años que vive en Bekirlija de forma muy humilde y cuidando de su madre enferma. Pero su sencilla vida dará un vuelco con la llegada de una familia de nómadas como nuevos vecinos, poniendo en peligro el trabajo de Hatidze y el delicado ecosistema de sus abejas.
A priori uno lee la sinopsis de Honeyland y no se le antoja un tema particularmente llamativo ni que vaya a dar un vuelco a las concepciones que uno podía tener sobre un tema en concreto. Sin embargo, las mayores virtudes de este documental son su sencillez y su humanidad. Desde sus primeras secuencias, el ojo está puesto en Hatidze, en como se desenvuelve en el entorno rural tanto con sus abejas y en la relación que mantiene con su madre. Pero a diferencia de otros recursos empleados en el género, aquí hay un excelente trabajo de cinema verité, de dejar que la cámara entre en la vida cotidiana de los personajes y que filme sus quehaceres en la que los directores son meros observadores.
Y a pesar de poner el foco en Hatidze, ese entorno tan natural cobra especial protagonismo, ayudado de una excelente fotografía encargada de captar algunos de los momentos más bellos que suponen la simbiosis entre la mencionada mujer y la naturaleza. Más allá de su papel observador, la cámara se adapta a la situación del momento, ya que se puede apreciar una fotografía llena de planos generales y planos detalle si se habla de la misma naturaleza y la tranquila vida de Hatidze, mientras que con la perturbación de esa calma la cámara se vuelve más inestable y más de documental propiamente dicho.
Con el leitmotiv de “la mitad para mí, la mitad para ti” se pueden agregar varias capas al relato: La relación madre e hija, la relación de Hatitze con las abejas y su entorno, como tal vez se están perdiendo tradiciones y oficios ancestrales, el balance que puede haber entre la naturaleza y el ser humano si este último la trata con respeto y como ese equilibrio se pierde si entran en juego más personas, o peor aún, su codicia, entre otros. Pero todos estos temas quedan a libre interpretación del espectador, pues en ningún momento los directores hacen énfasis en ellos y mucho menos aportan su visión personal.
Es admirable como se va construyendo el relato sin pretenderlo. Un enfoque solo en la mujer protagonista, su trabajo y su relación materno filial podrían haber sido suficientes. Pero con la llegada de esta familia de nómadas, se crea un conflicto que funciona perfectamente y sin estar guionizado. Esa familia crea un microcosmos tan diferente al estilo de vida que han mostrado anteriormente que para su desenlace ya no es solo una cuestión de equilibrio entre la naturaleza y el ser humano, pasa a ser una cuestión personal con la que es difícil no emocionarse, de modo que una historia que podría quedarse en algo local acaba tocando todas las teclas necesarias para transcender sus fronteras.