En 1990 la miniserie de It protagonizada por Tim Curry causó pesadillas a toda una generación e hizo que Pennywise se convirtiese en un icono del terror, incluso más de lo que ya era en la novela original. Casi como de si de una profecía se tratase, 27 años después la historia de It volvió en forma de dos películas para la gran pantalla de la mano de Andy Muschietti, con Bill Skarsgard interpretando al famoso payaso y causando nuevos traumas a una nueva generación. La preferencia entre una versión y otra depende de a quién se le pregunte, pero hay una constante: debido a la extensión de la novela es imposible adaptarla por completo, ya sea a través de una miniserie o una película dividida en dos partes. La existencia de la serie de hoy justamente busca llenar algunos huecos de los últimos filmes, crear una identidad propia y dejar tan buen sabor de boca que no se me caen los anillos al afirmar que se trata de la serie del año.
Basada en la novela homónima de Stephen King, la historia sirve como precuela a la película de 2017. Se sitúa en 1962 cuando Leroy Hanlon, un condecorado militar, se muda a Derry con su mujer y su hijo. Con la llegada de esta nueva familia a la ciudad empiezan a ocurrir siniestros acontecimientos, entre ellos la desaparición de muchos niños.
La noticia de la existencia de este proyecto me causó escepticismo, en especial después del recibimiento tan tibio de la segunda película. Parecía que toda la historia o, mejor dicho, la historia principal ya estaba contada con un claro principio, nudo y desenlace. Pero, aun así, la idea de expandir la historia de Pennywise con el mismo equipo creativo detrás de las últimas películas era un planteamiento muy apetecible. Y desde luego el primer capítulo es toda una declaración de intenciones, una en la que queda muy claro que la serie no se va a contener en nada, sino que continuamente va a desafiar los límites de lo violento y lo incómodo, va a jugar con las expectativas del público sobre los personajes y la historia en sí, y va a indagar más no solo en la figura de Pennywise, sino en toda la podredumbre que rodea al pueblo de Derry.

Quizás este último punto sea el más estimulante y que el que más puede justificar llevarlo a formato serie. En las películas se intuye y se explica que la presencia de Pennywise es tan corrosiva por su propia naturaleza, pero el hecho de retroceder en el tiempo es un buen motivo para detenerse en temas como la discriminación racial, el acoso escolar, la salud mental, la brutalidad policial e institucional o el miedo a causa de la guerra fría sumado de continuas amenazas nucleares. Con todos esos problemas alrededor se forma el caldo de cultivo perfecto para que Pennywise se alimente de todo el miedo y que la toxicidad de Derry junto con la actitud de “aquí no ha pasado nada” sea algo mucho más terrorífico enlazando más de lleno con el lema bandera de Stephen King de que en muchas ocasiones el ser humano es peor que cualquier monstruo.
Y volviendo al propio autor, otro punto muy atractivo que los lectores de King conocen muy bien es la conexión de su universo. Evidentemente, por temas de derechos salvo en el caso de Castle Rock es difícil plasmar todas esas conexiones en pantalla. En este caso, los easter eggs van desde lo más directos como el rol de Dick Hallorann dentro de la historia, guiños menores como la referencia a la prisión de Shawshank y el hecho de que una vez que se entra no se sale, o guiños que se sienten como referencias, pero de momento quedan desmentidos como una misteriosa niebla. Todos estos guiños denotan ambición por plasmar el macrouniverso de las novelas dejando la puerta abierta para futuras incursiones y demostrando un conocimiento profundo por la obra original.
Al estar detrás Andy y Barbara Muschietti, resulta coherente que el estilo visual de las películas sea continuista para la serie. Sin embargo, no se ha escatimado en presupuesto, ya que especialmente los primeros dos capítulos tienen una dimensión más cinematográfica, secuencias como la del supermercado denotan una planificación y creatividad escénica magistral sobre lo real y las alucinaciones, el uso del blanco y negro con una pequeña pizca de color para retroceder más en el tiempo en el capítulo seis es otra muestra de ingenio visual para mostrar una secuencia clave de horror e incredulidad, o la espectacular decisión de no mostrar al terrible payaso desde el principio, jugando con el miedo y desarrollando más a los personajes principales, de modo que para cuando la terrible entidad hace acto de presencia lo hace por la puerta grande con otra secuencia perfectamente construida. Quizá lo único a lo que visualmente se le puedan poner peros es a los efectos especiales, donde se nota demasiado que son digitales y que deberían haberlos perfeccionado un poco más, ya que hay secuencias en los que pueden sacar por completo de la atmosfera.

En cuanto al reparto, desde los adultos a los niños todos ofrecen unas interpretaciones que se quedan con el espectador, creando unos personajes que se sienten tridimensionales, aunque evidentemente haya unos que sean los héroes y otros los villanos. Es difícil abarcarlos todos, por lo que destacaré a mis favoritos personales. Chris Chalk como Hallorann se roba cada escena en la que sale, Clara Stack como Lily Bainbridge posiblemente sea de los personajes más sufridos que se haya visto en cualquier ficción en mucho tiempo y la verdad es la actriz borda la interpretación de estar a una desgracia más de volverse loca; y por supuesto Bill Skarsgard como Pennywise. Si en las películas había encontrado la combinación perfecta entre ser divertido y aterrador, en la serie de pasa el juego mostrando incluso muchos más matices de su personaje, completamente desatado y cruel cuando debe ser esa criatura que ni las pesadillas pueden comprender, y sin hacer muchos spoilers, también se permite licencias para jugar con una vertiente más humana, elevando el personaje al máximo.
Qué gusto da cuando llega algo sobre lo que no se tenían expectativas y al final las acaba superando por completo hasta escalarse a lo mejor del año. La única cuestión pendiente no es saber si HBO dará continuación a más temporadas, es saber cuándo se materializarán. Un triunfo así no se puede dejar escapar tan fácilmente, y menos con la ambición que han demostrado sus creadores de seguir indagando en la historia de Derry y sus conexiones. Las pesadillas, si son de esta calidad, son más que bienvenidas.












