John Wick: Capítulo 3 – Parabellum
En 2014 cuando se estrenó la primera entrega de John Wick pocos eran los que podían pronosticar su éxito. Lo mismo ocurre con su segunda parte, estaba complicado igualar el buen nivel que había dejado la primera película siendo toda una revelación, y sin embargo el listón quedó todavía más alto. Visto como el público y la critica han caído poco a poco rendidos ante las películas de John Wick, una tercera entrega era inminente, pero parece que hay cuerda para rato. Os hablo de John Wick: Capítulo 3 – Parabellum
Tras el final de la segunda cinta, John se ve obligado a huir con rapidez y a buscar un lugar seguro donde resguardarse de todos los asesinos que lo acechan deseosos de cobrar la recompensa de 14 millones de dólares que pesan sobre la cabeza del propio Wick.
Con su habitual buen ritmo y frenético montaje, arranca la cinta. A partir de ahí, apenas hay momento para el descanso, como mucho un leve descenso de ritmo, pero sin que la tensión deje de estar presente. En general han conseguido una buena simbiosis entre la acción y la expansión de la mitología del submundo de asesinos, y cuando se habla de expansión se puede traducir por localizaciones. Si bien es cierto que en la segunda entrega ya se podía ver como operaba el mundo de los asesinos fuera de Nueva York con toda una extensa e intrincada jerarquía y la importancia de las promesas y sus consecuencias, en esta ocasión la expansión va más allá del mundo puramente occidental, y hasta aquí puedo leer sin meterme en el temido lodo de los spoilers. Solo habría que añadir que esto lo considero una decisión muy inteligente que enriquece la mitología.
Si en la segunda entrega se da un salto estético considerable y de forma orgánica bajo el lema de “cuanto más grande, mejor”, con esta tercera sucede lo mismo. Los responsables de diseño de producción se lucen haciendo su trabajo que da gusto construyendo cuartos laberínticos imposibles o buscando localizaciones fastuosas. Lo mismo sucede con el director de fotografía, que dependiendo de la ubicación opta por una paleta de colores diferente: Si se trata de un lugar más cálido, los naranjas y los amarillos están presentes en cada fotograma, mientras que, si la acción de los hechos se produce en Nueva York, los colores neón adquieren especial protagonismo en interiores y exteriores, como bien lleva sucediendo desde los inicios de la saga.
El estilo es sobresaliente. Y la sustancia como viene siendo habitual, es dignísima. Keanu Reeves sigue entregadísimo a su papel. Más allá del hecho de que haga él mismo sus stunts, de que ya parezca experto en varios tipos de artes marciales, que maneje con una soltura impresionante todo tipo de armas (y por qué no decirlo, cualquier objeto que tenga a mano y pueda emplear como arma) y que cada patada, puñetazo, codazo, rodillazo o movimiento físico brusco esté trabajadísimo pero que se sienta real como esfuerzo físico de manera que el espectador lo sienta, su personaje tiene mucho rastro de humanidad. No se limita a ser una máquina de matar, sino que tiene su dilema de lo ata al mundo “real” y que le da ese toque humano y que en esta ocasión vuelven a incidir en él, de forma que su faceta de asesino implacable y de persona con cierta sensibilidad conviven.
Las nuevas adiciones al reparto, aunque tengan un rol más secundario, son otros grandes aciertos en sus respectivos cometidos como ya sucedía con las anteriores películas. Anjelica Huston como una misteriosa y severa madame, Halle Berry como la versión femenina de John Wick, y un personaje imprescindible para que la cinta vaya sobre ruedas y produzca la tensión necesaria: Un antagonista de armas tomar con poder y recursos casi ilimitados. Del mismo modo, los personajes secundarios ya conocidos por el público regresan para dar grandes momentos.
Nuevamente, las secuencias de acción de John Wick: Capítulo 3 – Parabellum son una delicia por como están ejecutadas, como se mimetizan con el montaje, como los efectos de sonido están muy bien medidos, como se puede ver con claridad la acción y como bebe de múltiples referencias, ya sea a géneros o subgéneros como el western, el cyberpunk, al cine de artes marciales, a fotogramas y secuencias que podrían estar sacados de un cómic o de un videojuego shooter, por no mencionar varios homenajes a películas concretas, por escenas reconocibles como podrían ser Matrix y La villana, o por similitudes estilísticas. Y pese al mejunje de referencias, el filme toma lo mejor de ellas para llevárselas a su terreno.
Si tuviera que marcar una equis en rojo apuntando a lo negativo, señalaría el humor. En esta ocasión, se deja de lado un humor más negro para centrarse en un humor que roza lo infantil y que puede agotar con rapidez. Que no se me malinterprete, desde la segunda película sus responsables dejan claro que la historia se trata de una comedia slapstick, y sus guiños a Buster Keaton en esta cinta son prueba suficiente de estas intenciones. El problema más que de las situaciones procede de algunos diálogos que chirrían un poco. Eso y que el clímax en comparación con los anteriores quizás no sea tan impactante ni satisfactorio, aunque mentiría si dijese que tras esa escena final no tengo ganas de ver lo que podría suceder a continuación.