Hay películas que uno no espera ver en pantalla grande, y menos aún en pleno 2025. Pero el Festival Cinema Jove de Valencia, en su 40ª edición, ha tenido a bien rescatar las primeras obras de Ridley Scott en la sección dedicada al “Joven Ridley”. Entre ellas, Los duelistas, su ópera prima, una cinta que en su momento fue tomada muy en serio, pero que hoy… digamos que provoca sentimientos encontrados (y alguna que otra risa nerviosa).
Eso sí, poder verla en cine, con buena proyección, rodeado de público cinéfilo, y bajo el paraguas de un festival que mima estas joyas del pasado, cambia la experiencia.
Sinopsis: Honor, obsesiones y mucha pólvora
Basada en una historia corta de Joseph Conrad (sí, el de El corazón de las tinieblas), la película sigue la rivalidad entre dos oficiales del ejército napoleónico: el impulsivo y obsesionado teniente Féraud (Harvey Keitel) y el más racional, aunque no mucho, d’Hubert (Keith Carradine).
Lo que empieza siendo un duelo por un asunto menor se convierte en una absurda guerra personal que se alarga durante años, cruzando fronteras, ascensos, guerras y vidas personales.
Una especie de Cuando Harry encontró a Sally, pero con espadas, sables y resentimiento mal gestionado.
Los duelistas: Una ópera prima con toques de genio… y de teatro amateur
Los duelistas no es una mala película. De hecho, visualmente tiene momentos muy inspirados. El uso de la luz natural (a lo Kubrick en Barry Lyndon), los encuadres milimetrados, esa fotografía tan de postal renacentista… ahí ya se empieza a ver al Ridley Scott que revolucionaría el cine años después.
El problema viene cuando rascas el envoltorio. La narrativa se vuelve repetitiva (duelo tras duelo tras duelo…), los personajes apenas evolucionan y la intensidad con la que se toman la trama contrasta bastante con cómo la recibe el espectador hoy: con cierta incredulidad. No ayuda tampoco el doblaje en inglés de Keitel con acento de Brooklyn, en un uniforme napoleónico, que da pie a pensar que va a sacar una pistola y a decir “¡eh, capullo, te reviento!”
La película se toma muy en serio el concepto de “honor” como motor de vida, lo que a día de hoy suena tan marciano como romántico. A ratos parece una sátira sin quererlo. Pero incluso si eso le resta impacto dramático, le añade cierto encanto vintage. Es como un cuadro clásico en el que alguien se dejó puesto el gorro de visera.
El joven Ridley calentando en la banda
Los duelistas es una película que vale la pena ver, sobre todo si uno es fan del cine de Ridley Scott. Porque aunque la historia chirríe en varios puntos, ya se vislumbran las herramientas con las que más tarde construiría joyas como Alien, Blade Runner o Gladiator. Es como ver el boceto de un gran artista: desigual, pero lleno de intención.
Y sí, igual se me escapa por qué algunos la consideran una obra maestra. Pero para eso están los festivales como Cinema Jove: para redescubrir, para reír, para debatir… y para ver de donde vienen los grandes directores.