Megalodón
Hay canciones del verano, hechas para que suenen hasta la saciedad en todos los garitos durante los meses de julio y agosto, destinadas a convertirse en un clip de pocos segundos en un programa de recopilaciones. De igual forma, hay películas de verano, pensadas para cubrir las ansias palomiteras del público en una época en la que preferimos pensar en playa y mojitos, pero que pasan sin pena ni gloria cinéfila por nuestras vidas.
Y aunque Megalodón pertenezca a este grupo, no puede decirse que esté pasando sin pena ni gloria por las taquillas mundiales. Sólo en nuestro país, esta coproducción chino-estadounidense y su tiburón de 25 metros se han merendado a Tom Cruise con su Misión Imposible: Fallout y le ha enseñado los dientes a la joyita veraniega de Disney, Los increíbles 2.
El trasunto de la película es sencillo, a la vez que rocambolesco: en el fondo de una fosa abisal, donde había estado protegido por una extraña capa de vertidos volcánicos, un grupo de biólogos marinos son atacados por una criatura de dimensiones bíblicas. Para rescatarlos, acuden a Jonas Taylor (el incombustible Jason Statham), que hacía unos años ya había defendido la existencia del bicharraco en cuestión. Para no spoilear demasiado, diremos que la cosa se complica y la criaturita termina campando a sus anchas por el océano Pacífico.
Aparte de Statham, cobra importancia el personaje interpretado por la actriz china Li Bingbing, a la que ya pudimos ver en Transformers: la era de la extinción, y que por desgracia, y a pesar de protagonizar algunas escenas de acción, es utilizado sobre todo para poner el punto sentimental y para ser rescatado por el macho alfa en más de una ocasión. La influencia asiática se deja notar también en otros aspectos de la película, tanto en el plantel de secundarios, como en algunos diálogos rodados en chino e incluso en ciertos apuntes melódicos en las escenas más emotivas.
Los efectos especiales son aceptables, con algunas escenas realmente espectaculares, pero otras con problemas de encaje. Si se tratara de una producción más humilde la cosa no chirriaría, pero con un presupuesto de 130 millones de dólares no puedes evitar esperar que se hubieran cuidado más ciertos detalles. De alguna forma, Megalodón es un quiero y no puedo: es muy consciente de superar al cine de tiburones de los últimos años y se toma demasiado en serio a sí misma, poniendo su punto de mira en una obra maestra a la que nunca podrá alcanzar, el legendario Tiburón de Spielberg. Quizá si hubiera optado por un camino algo más gamberro el resultado hubiera sido más satisfactorio.
Tal vez el principal problema del filme esté en su metraje: 113 minutos son demasiados para una historia que se han empeñado en estirar como un chicle, y que por tanto resulta amena en su comienzo, vacía en su tramo medio, y una apoteosis de acción hacia el final. La localización, los planos y el montaje confieren un ritmo apasionante a los últimos coletazos de la enorme criatura, y sus idas y venidas te mantienen pegad@ a la butaca. Es precisamente esta parte la que salva el día y hace que salgas de la sala con una sonrisa de satisfacción, y puede que esto se deba a la pericia de su director, Jon Turteltaub, responsable de ambas entregas de La búsqueda.
Desde luego, la película no decepcionará a los fans del género. Puede que no se trate de un alarde de técnica cinematográfica, pero cumple de sobra con su función de entretener y hacerte pasar un buen rato. En ese sentido, Megalodón se convierte en una gran opción para refrescar nuestras mentes durante las vacaciones estivales.