Tener y no tener
Poco a poco (muy poco a poco) estoy empezando a visionar películas que se salen de la categoría de “confinamiento”. Y el género elegido ha sido el noir, el cine negro de protagonistas taciturnos y mujeres fatales que se enfrentan a villanos despiadados en circunstancias peligrosas mientras saltan chispas entre ellos. Y si hay una pareja mítica en este género es sin duda la formada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Hoy voy a hablaros de la película en la que se conocieron y se volvieron locos el uno por el otro: Tener y no tener (Howard Hawks, 1944).
Adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway publicada en 1937, Tener y no tener nos cuenta la historia de Harry “Steve” Morgan, un pescador que se dedica a alquilar su barco de recreo a gente adinerada. Pero la guerra en Europa está afectando a su negocio, así que se verá obligado a aceptar un trabajo para la Resistencia francesa. Su vida también se verá complicada al conocer a Mary “Sim” Browning, una joven dispuesta a casi cualquier cosa por salir de la isla y volver al continente.
El filme es sin duda un bombazo para la época. Dirigida por el reconocido Howard Hawks, contaba también con la colaboración de Jules Furthman y William Faulkner (ganador del Nobel de Literatura en 1949) en la adaptación del guión, y con la música de Franz Waxman (responsable de la banda sonora de El crepúsculo de los dioses). Pese a que la trama no ofrece nada nuevo, el guión nos regala diálogos míticos, cargados de tensión y doble sentido. Grabada en estudio pero cuidada al detalle en cuanto a sus escenarios, su fotografía y su iluminación, Tener y no tener es sin embargo una producción pequeña, propia del Hollywood de la II Guerra Mundial. Pero si algo hizo que la película triunfara y enamorara a los espectadores, y se convirtiera en uno de esos títulos destinados a pasar a la historia del cine, fue sin duda la pareja protagonista, unos Bogart y Bacall que destilan química en cada fotograma que comparten.
Lauren Bacall era una jovencita de 19 años cuando debutó en este filme. Se dice que estaba tan nerviosa que le temblaba todo el cuerpo, y que para controlarlo, instintivamente, bajó la barbilla hasta casi pegarla con el cuello. Aquel movimiento le regaló a la cámara una de las poses más características de la actriz, enfocando sus enormes ojos y su mirada felina. También cuentan las malas lenguas que Hawks se las prometía felices con aquella chica a la que pensaba que podría engatusar en un santiamén por su inexperiencia y sus ganas de triunfar. Pero Betty, que ese era el verdadero nombre de Bacall, había puesto sus ojos en Bogart, que por entonces contaba con 45 años y un historial de alcoholismo digno de un drama de sobremesa. La intensidad de las miradas de Bacall al actor traspasan la pantalla con una fuerza sorprendente. No es de extrañar que, a la sugerencia de “No tienes que decir nada, y no tienes que hacer nada. Nada. Quizás solo silba“, Humphrey cayera rendido a sus pies. De hecho, el día de su boda, sólo un año después, Bogart le regaló a Bacall un silbato de oro con la inscripción “Just whistle” (“Sólo silba”).
Visionar Tener y no tener sabiendo lo que ocurría tras las cámaras tiene un encanto especial. Reconocer la complicidad y la atracción de una de las parejas más legendarias de la historia del cine cuando justo acababan de conocerse nos convierte en testigos de algo tangible que desborda la ficción de sus personajes. Y ojo… os aviso que verlos juntos engancha, e iréis a por más.