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The Innocents

Tras su paso por Cannes donde levantó cierto entusiasmo, la película de hoy llegó a Sitges donde continuó con el buen boca oreja en su recorrido festivalero, tanto que acabó llevándose una Mención especial del jurado a la hora de conformar el palmarés. Con las buenas opiniones que la aupaban, ha llegado la hora de echarle un vistazo y comprobar si el entusiasmo tenía fundamento. Os hablo de The Innocents.

Ida es una niña de 9 años que durante el verano se acaba de mudar con su familia a una zona residencial en los suburbios de Oslo. Ella y su hermana mayor Anna, la cual padece algún tipo de autismo, se hacen amigas de otros dos niños de los suburbios, lejos de la vista de los adultos. Entre los típicos juegos de niños, este pequeño grupo de amigos descubren que tienen poderes psíquicos, unas capacidades que no tardan en poner a prueba. Sin embargo, estos poderes empiezan a adquirir matices muy oscuros.

Si uno mira los créditos y hace un poco de búsqueda previa lo primero que llama la atención de la cinta es que detrás se encuentra Eskil Vogt, nombre conocido por coescribir junto a Joachim Trier toda su filmografía. En esta ocasión además de ser la persona detrás del guion también es el responsable de la dirección y lo cierto es que se notan ciertas tablas, y al igual que con Trier en Thelma, tiene una capacidad para lograr un ambiente muy inquietante con elementos cotidianos y un planteamiento muy sencillo. En la última década películas como Chronicle tenían un argumento parecido sin necesidad de hacer gala de muchos recursos consiguiendo un resultado muy notable, pero lo peliagudo del planteamiento se vuelve todavía más macabro si los sujetos de la acción son niños.

Esta nueva variante tampoco resulta tan novedosa, pues películas como El pueblo de los malditos o especialmente novelas de Stephen King, siendo tal vez Doctor Sueño una de las que más se pueda asemejar a la temática, son excelentes puntos para demostrar que por muy inocentes que se presenten los niños, hay ocasiones donde guardan en su interior una crueldad sin precedentes y que unos poderes solo sacan lo peor de ellos bajo una teórica apariencia perfecta. Pero Vogt encuentra maneras para que lo que se ve en pantalla resulte muy desasosegante desde casi el primer minuto, pues los gestos más simples de los niños como un viaje en coche y que la mayoría podemos entender como cosas de la edad o un juego normalizado detrás esconden toda una historia. Y quizás lo más escalofriante es que la cinta no se molesta en dar explicaciones de porqué los niños se comportan de la forma en que lo hacen ni de dónde vienen esas habilidades, sino que lo muestra todo con una atmósfera tan natural y con tanta calma que provoca que algo se retuerza en las entrañas.

The Innocents

Pese al emplazamiento de la acción y a lo lúgubre de las escenas, resulta fascinante a la par que inquietante como el grueso de la película transcurre en un entorno estival a plena luz del día (o al menos toda la luz que deja entrever el verano escandinavo), donde los apartamentos de los niños y sus respectivas familias no tienen nada fuera de lo común y donde el pequeño espacio natural en el que los niños se aventuran sin supervisión adulta, como en los mejores cuentos, es el sitio perfecto para que desaten su verdadera naturaleza o todo el poder que poseen. Pero con toda esa teórica tranquilidad y ese ritmo excesivamente pausado también característico del cine nórdico, los actos de crueldad también pesan mucho más, pues se muestran sin ninguna piedad al espectador y de un modo que si bien alguno puede parecer gratuito, cumple con creces su propósito y en más de una ocasión invita a apartar la mirada.

Pero más allá de la capacidad del director y guionista para crear un ambiente tan malsano con mucha sencillez, donde más hay que aplaudir es en la dirección de los niños, un grupo de chavales muy distintos entre ellos con los que se consigue un buen equilibrio entre la naturalidad, la inocencia y las travesuras más extremas. Y entre todo el elenco de jóvenes actores destaca especialmente Sam Ashraf como Ben en un papel del que es mejor no desvelar mucho pero que no deja indiferente a nadie por su capacidad para poner los pelos de punta y no medir las consecuencias de sus actos.

En resumen, se trata de un terror cocido a fuego muy lento pero que desde luego es efectivo en su cometido de inquietar.

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