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Un pequeño mundo

Amparada por cierta repercusión tras su paso por Cannes y el hecho de que Bélgica la seleccionase como la película para representar al país en la pasada edición de los Oscar aunque finalmente no llegase a estar entre las cinco nominadas finales, además de por su temática y su buen recibimiento supe que más pronto que tarde acabaría poniéndome con ella, por mucho que el tema a tratar me pareciese muy crudo. Os hablo de Un pequeño mundo.

Nora va a entrar a la escuela primaria con cierto temor por encajar en el sitio. El asunto se complicará cuando al poco tiempo de entrar al colegio descubra que a su hermano mayor Abel le hacen bullying, por lo que Nora se debatirá entre contarlo a los adultos y guardar silencio a petición de su hermano.

La temática de la película ya de por sí es dura de contemplar, la decisión de la directora y guionista Laura Wandel de comenzar la historia con un primer plano de Nora llorando por su primer día de colegio es toda una declaración de intenciones y un preludio acertadísimo para el infierno de emociones que van a vivir Nora, Abel, su padre y los propios espectadores. Este primer plano es una constante durante toda la cinta, pues similar al tratamiento de El hijo de Saúl, la directora opta por no perder de vista en ningún momento a Nora, de modo que la cámara siempre la sigue a ella, y por ende, es a través de su punto de vista que el público es testigo de la historia, una donde en ocasiones tal vez funciona mejor lo que se puede intuir con resultados igualmente escalofriantes. Y aunque juega muy bien la carta de la sugestión, la cámara no rehúye de señalar la violencia más cruda del bullying sin recrearse en ella, logrando un perfecto equilibrio donde las reacciones acaban llegando por sí solas.

En cuanto a su puesta en escena más allá del acertado uso de la cámara en mano con tratamiento casi documental dotando al conjunto de una atmósfera realista, llama la atención que los muros y el patio del colegio se presenten como un lugar muy gris y ordenado dentro del caos que puede suponer cualquier colegio, pero las similitudes que quedan remiten casi a una cárcel, donde los personajes se sienten aislados y tienen que recurrir a determinados mecanismos para sobrevivir en dicho entorno, donde las jerarquías de poder están muy marcadas y el acoso de unas personas a otras es un problema que está dentro del edificio pero que pocas veces es tenido en cuenta como un problema real al que prestarle atención hasta que, tristemente, ocurre una desgracia y hay que lamentarse preguntándose cómo se ha llegado a ese punto.

Un pequeño mundo

Con estos mimbres, uno podría pensar que se está delante de un terrorífico drama que podría estar sacado de cualquier película de terror sin encuadrarse en el género propiamente dicho, y aunque ese pensamiento sería muy acertado, lo más impresionante es que el filme no es otro que un minucioso estudio psicológico de personajes. La reacción protectora de Nora con Abel al descubrir los maltratos a los que lo están sometiendo sus compañeros, la impotencia que siente al no poder hacer nada por ayudarlo pues eso le traería más problemas tanto a él como a ella por intervenir, la necesidad a toda costa que tiene de adaptarse en un nuevo y hostil entorno para no acabar siendo el blanco de las palizas o el maltrato verbal como Abel, el dilema entre contarlo a alguien que pueda hacer algo pero traicionar la confianza de su hermano, una figura a la que le tiene respeto; los cuchicheos con mayor o menor malicia que sueltan los niños del colegio en base a lo que ven, como al final todo ese maltrato acaba normalizándose hasta el punto de apartar la vista como si no sucediera o como en un momento determinado las tornas pueden cambiarse, convirtiendo a la persona acosada en un nuevo bully son algunas de las cuestiones que se exploran en apenas 72 minutos con precisión y convicción.

Dado que Nora es el centro literal y metafórico de la película, es imperativo tener una actriz tan joven capaz de sostener esos primeros planos y de plasmar todo ese torbellino de emociones. Maya Vanderbeque es la encargada de dar vida a Nora y resulta todo un descubrimiento por su naturalidad junto con la duda, la frustración, la rabia, la impotencia y la lealtad en sus diferentes formas que se reflejan en sus ojos durante todo el metraje, una solitaria niña que solo quiere encontrar su lugar en esas paredes tan grisáceas y con más brutalidad de la que ella podía haber imaginado, donde parece que está sola en ese microcosmo. No se queda atrás Günter Duret, el actor designado para hacer de Abel que es un gran contrapunto a Nora con una rabia, una impotencia y finalmente una insensibilidad radicalmente distintas a las de su hermana.

En resumen, su exploración del bullying debido a su tratamiento más documental puede resultar algo frio y distante para algunos. Sin embargo, en poco más de una hora consigue hacer un gran estudio sobre la peor cara del ser humano, donde la inocencia y la crueldad por muy contrapuestos que sean dichos términos, en más de una ocasión van de la mano, por lo que al acabar la cinta uno siente la misma impotencia de Nora y Abel.

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