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Belle

Si se me lleva leyendo un tiempo, uno puede tener cogidas mis debilidades en cuanto a películas y series se refiere. Y hace no mucho vengo predicando mi fascinación completa y absoluta por los cuentos, y entre todos ellos uno de mis favoritos siempre ha sido La bella y la bestia, por lo que es bastante probable que si hay una nueva película o serie que busque contar dicha historia más pronto que tarde la veré con gusto independiente del resultado. Lo que no podía imaginar es que el resultado con la cinta de hoy sería tan estimulante y me dejaría con la más amplia de las sonrisas. Os hablo de Belle.

Suzu es una estudiante de 17 años que vive en una zona rural con su padre desde la trágica muerte de su madre cuando era más joven, por lo que en el instituto es una estudiante muy introvertida. Un día le llega la invitación para unirse a U, un mundo virtual en el que prácticamente puede ser quien ella elija. Suzu decide registrarse bajo el nombre de Belle, creando un avatar que casi inmediatamente se convierte en una reconocida estrella de la música dentro de U. Sin embargo, la identidad idílica creada por Suzu dará un vuelco cuando su camino se cruce con el de una criatura llamada El Dragón.

El hecho de juntar dos conceptos en teoría tan diferentes entre sí como puede ser el esqueleto de La bella y la bestia de Disney que bebe directamente de la fantasía más clásica con una trama y un diseño cyberpunk con reminiscencias a Ghost in the Shell o a Matrix es desde luego ambicioso, tan ambicioso que podría quedarse en una alocada idea que no fuera más allá de su propio concepto. Por suerte, la película comienza con una excelente presentación de lo que es U en una primera toma de contacto con un mundo colorido y muy estimulante visualmente donde aparentemente todo es posible y con esa atractiva idea de empezar de nuevo construyendo la identidad que uno siempre ha querido, por lo que no es de extrañar que tanto Suzu como el propio espectador se sientan atraídos de forma inmediata ante esta idea que no dista mucho del funcionamiento de las redes sociales en la actualidad, donde esa otra cara del mundo sirve para sacar lo mejor o lo peor de cada uno.

Ese primer vistazo a U es el contraste perfecto a la realidad de Suzu, muchísimo más gris en el Japón rural, solitaria y con una carga a sus espaldas de la que no parece desprenderse y que a la vez la está frenando. Y es de agradecer que la cinta vaya esclareciendo en pequeñas dosis el conflicto de Suzu, pues de este modo es más sencillo entenderla y empatizar con ella, de manera que una vez que llega a ese nuevo mundo virtual todas esas ataduras desaparecen y el anonimato le permite ser ella misma, como si hubiese llegado a un país nuevo donde las posibilidades son infinitas y salir de la zona de confort no es otra cosa que un aspecto positivo.

Belle

Pero dicho contraste no se da solo por cuestiones espacio temporales que desafían la física de nuestro mundo, sino que la dualidad que pide la historia empapa por completo el filme: El drama se hace más visible en el mundo ordinario mientras que en U predomina la ciencia ficción y la fantasía, la paleta de colores en el mundo virtual es muchísimo más colorida y vibrante frente a los colores más apagados y sencillos del país nipón o el infinito abanico de caos que se extiende en U en contraposición a la rigidez y el orden del pueblo. Por no hablar de los estilos de animación tan diferentes entre ambos entornos, ya que la animación más tradicional predomina en el mundo de Suzu y en cambio en U hay más predilección por la animación en 3D con todos los tics visuales de la animación japonesa como pueden ser las espectaculares peleas, el mimo del tratamiento en cuanto a la vestimenta y las expresiones faciales o las criaturas que pueblan esta extensión del mundo.

Y pese a las diferencias palpables tanto visual como narrativamente de los mundos, la realidad es que todos estos elementos tan contrapuestos se van retroalimentando entre sí, provocando que la historia fluya por sí sola con un ritmo donde la información va llegando de manera continua pero donde también hay momentos más sosegados donde el deleite visual y auditivo gracias a la formidable banda sonora que rezuma honestidad y al mismo tiempo epicidad está por encima de la historia sin abandonarla por completo. Y por si la valentía de fusionar algo tan clásico como puede ser un cuento de hadas archiconocido con la ciencia ficción más futurista y dentro de sus parámetros, realista, no fuera suficiente, todavía la película tiene gasolina para darle una vuelta de tuerca al cuento de Leprince de Beaumont y de la cinta de Disney, adaptando su trasfondo a al Japón de nuestros días con una subtrama bastante oscura y jugando con el componente más romántico de la historia hasta el final en un cierre tan orgánico como enternecedor.

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