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Cónclave

Hace un par de años el nombre de Edward Berger saltó a la palestra internacional fruto del éxito que le brindó Sin novedad en el frente y que terminó haciéndose con 4 Oscars, entre ellos el de mejor película internacional. Con su siguiente proyecto quedaba por ver si el salir de Alemania para capitanear una producción con nombres más conocidos y dentro de la esfera angloparlante se saldaría con tan buen resultado, alejándose además de la historia tan lúgubre que proponía con la anterior cinta. Y de momento parece que su labor como realizador va viento en popa.

Basada en la novela homónima de Robert Harris, la historia tiene lugar tras la inesperada muerte del Pontífice. El cardenal Thomas Lawrence es el encargado de dirigir el cónclave en el que se elegirá al nuevo mandatario de la Iglesia católica. Sin embargo, con dicha reunión entre los cardenales y mandatarios más poderosos de la Iglesia pronto empezarán a surgir los secretos, las traiciones, las estrategias y las luchas de poder por ver quién se convierte en uno de los hombres más poderosos del mundo.

He de comenzar aclarando que no estoy familiarizada con la novela original en la que se basa la historia, por lo que mi opinión está únicamente basada en lo visto en la película. Dicho esto, puedo entender perfectamente que la idea original venga de una novela de ficción, pues la forma en la que está construida el relato a base de giros tremendamente efectivos y con un suspense que lo envuelve todo, haciendo que los movimientos mas ligeros resulten trepidantes y funcionen igualmente en su vertiente cinematográfica. El hecho de que el filme comience inmediatamente tras conocerse la noticia del fallecimiento del Papa hace que se capte la atención de los espectadores y de los propios personajes, y también sirve para sembrar la primera semilla de la duda sobre las circunstancias de la muerte del Pontífice.

A partir de ese momento las piezas del ajedrez que forman ese cónclave se van a disponer sobre el tablero como si se tratasen de los personajes de una novela de Agatha Christie. Y ahí entra en juego la dirección muy sobria de Berger, pero también muy acertada para hacer que cualquier votación entre los cardenales a través del montaje muy medido, de la música pesada y contundente con instrumentos de cuerdas a cargo de su habitual colaborador Volker Bertelmann y de los grandísimos planos generales superpuestos con las enigmáticas expresiones de los participantes se sienta como un acontecimiento vibrante donde hay muchísimo en juego. Y el gran acierto es tratar todo ese conclave más que desde el punto de vista dramático, como una trama de suspense por ver quien será el elegido para quedarse con la llaves del reino, literal y metafóricamente, dando lugar a situaciones de charlas a escondidas entre los pasillos, alianzas imposibles dependiendo de la dirección en la que sople el viento, amigos convertidos en enemigos y giros argumentales que funcionan como un tiro, emulando algunos de los mejores capítulos de Juego de tronos o Succession.

Cónclave

Ambientar todos esos juegos de poder y esos trapos sucios en las arterias del Vaticano podría resultar algo espinoso para un director con menos experiencia y más con un público al que le podría molestar fácilmente ese enfoque, acusándolo de falso o incluso de blasfemo. La película no huye de hacer algún que otro comentario (ligero, eso sí) sobre el estado en el que se encuentra la Iglesia católica, las diferentes vertientes o puntos de vista que caben dentro de la misma doctrina siendo los cardenales el mejor exponente de esas posturas, qué elección sería la más conveniente de cara a la galería, o la propia corrupción o historia oscura que existe dentro de la institución. Claramente la cinta no busca hacer una gran critica ni señalar con el dedo todos los problemas bien conocidos que existen dentro de la Iglesia ni de sus dirigentes, pero es de agradecer que no pase por encima esos dilemas.

Pese a ser una cinta muy coral dada la naturaleza del cónclave, actores como Stanley Tucci o John Lihtgow están bastante correctos en su trabajo, e incluso Isabella Rossellini tiene un papel muy menor, casi anecdótico, frente al gran protagonista que es Ralph Fiennes como el cardenal Lawrence. Su personaje más que el cardenal que preside la reunión es el de un detective, dispuesto a indagar sobre todos los trapos sucios de los candidatos, despejar cualquier duda que pueda quedar sobre las horas previas al fallecimiento del Pontífice, hablar por detrás con los candidatos para discutir o sugerir la estrategia más conveniente según sus intereses y aun así consigue mantener un halo de duda sobre su propia persona, donde nunca se llega a saber cuáles son sus verdaderas intenciones ni qué gana él con todo esto, manteniendo ese enigma hasta el final.

Bajo todas las luces se trata de un thriller tremendamente competente y estimulante, resultando en una rara avis de cine adulto que está cada vez más en desuso y que es un gusto tener de vuelta, aunque sea de forma esporádica.

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