Sin novedad en el frente
Tristemente, gran parte del 2022 ha quedado marcado por la guerra. Poco importa de donde uno sea, que la noticia ha sentado como un jarro de agua fría y ha traído consecuencias directas o indirectas a todas partes del mundo. Los medios han jugado un papel importante denunciando ciertos horrores inevitables ligados al conflicto, pero a pesar de esta sombría realidad y que hay varias guerras que continúan sucediéndose en otros rincones del planeta, el cine en general a la hora de hacer cine bélico, especialmente si se trata de películas estadounidenses, está más pendiente de hacer un gran alarde técnico o de propagar ideas patrióticas que de mostrar la guerra como lo que realmente es: una situación horrible no deseable para nadie. Por fortuna, de vez en cuando se dan películas que son perfectamente conscientes de esta obviedad y consiguen plasmarlo a la perfección con excelentes resultados hasta el punto de que la cinta de hoy ha sido seleccionada por Alemania como su película representante de cara a los Oscar del próximo año.
Basada en la novela homónima de Erich Maria Remarque, la historia se sitúa en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, y sigue en especial a Paul, un joven alemán que junto con sus amigos se ve seducido por la propaganda belicista de su país y todos terminan alistándose en el frente. Sin embargo, pronto esa euforia inicial y todo el ideal de heroísmo inculcado se verán sustituidos por la cruda realidad del día a día en las trincheras.
Desde los primeros minutos de la cinta quedan claras sus contundentes intenciones a través del montaje y el tono queda marcado de una manera muy sombría. Los horrores de la guerra no se limitan en exclusiva al campo de batalla, sino que hasta llegar a ese punto hay una larga cadena bien engrasada para lograr sus objetivos, solo que para llegar a su cénit primero hay que saber vender bien los objetivos, por lo que apelar a los jóvenes con las ideas de la Patria y grandeza es un mensaje que resulta atractivo y cala hasta el punto de que están dispuestos a luchar por su país incondicionalmente. Pero nada más llegar a las trincheras y experimentar lo que es ese brutal modo de vida todas las convicciones saltan por los aires, pues los enfrentamientos apenas dan tregua y las encarnizadas no dejan de escalar en intensidad, algo que resulta angustioso hasta el extremo tanto para los jóvenes soldados como para los espectadores que miran horrorizados e impasibles los acontecimientos.
Similar a lo que sucedía con Masacre: Ven y mira, la película se va tomando su tiempo en construir el horror del enfrentamiento bélico, con mucha menos intención lírica y con un impacto quizás algo menor que el del filme soviético pero brutal igualmente bajo cualquier prisma. Las bajas en todos los frentes van siendo más numerosas, las condiciones de vida se vuelven más miserables especialmente durante los meses de invierno, los objetivos iniciales se van sintiendo más inútiles conforme pasan los meses y las secuelas psicológicas son irreversibles. Dichas consecuencias cobran una nueva dimensión cuando de cara al segundo acto la película también muestra otros enfoques, como el de los altos cargos tratando de negociar la tan ansiada paz entre naciones o el de los generales beligerantes que a toda costa quieren ganar o recuperar más terreno sin importar las vidas humanas que sus ansias imperialistas se lleven por delante. Al poner el ojo sobre estas tramas que en el fondo están estrechamente ligadas al frente, se genera un gran contraste entre las condiciones de vida, pues unos literalmente están dando su vida en el terreno en condiciones infrahumanas mientras que los que dirigen y moldean el conflicto a su antojo viven cómodamente entre algodones, casi ajenos a los horrores que se desarrollan a tan solo unos kilómetros, causando un profundo sentimiento de rabia e impotencia.
Entre toda esa violencia entre tanques, trincheras, diversas armas de fuego e inerrables crueldades realizadas por los soldados, la cinta a lo largo de su duración tiene momentos de reposo necesarios tanto para sus personajes como para su público, donde los grandes planos generales parecen arrojar un resquicio de luz entre tanta tiniebla literal y metafórica e intentar encontrar lugares más tranquilos señalando que una teórica paz es posible y no se halla demasiado lejos. Resaltar también el contraste que se genera con la banda sonora, donde si bien el tema principal y leitmotiv sonoro es pesado como cualquier maquinaria de guerra, hay otras piezas musicales al violín mucho más delicadas y melancólicas que reflejan esos dos estados mentales de lo que puede estar sintiendo cualquier soldado entre las filas, donde día tras día el animo va mermando y tan solo importa la supervivencia.
En cuanto a los actores, hay un amplio reparto mayormente masculino donde cada uno tiene un rol muy concreto dentro del contexto histórico, pero es Felix Kammerer como Paul quien en un papel similar al de George MacKay en 1917 hace de los ojos del espectador y es el encargado de guiar al público de la mano a la guerra, desde su fase inicial más idealista hasta los fatídicos y desesperanzadores últimos días del conflicto donde él ha perdido tanto que acaba convertido en un fantasma en vida.
En resumen, se trata de una cinta bélica lo suficientemente atractiva para todos los que disfruten de este género donde se logra un buen equilibrio entre destreza técnica y el horror más puro del conflicto, dejando patente un mensaje que no estaría de más tener grabado a fuego.