El diablo a todas horas
Ayer por la tarde unos amigos y yo decidimos ver el último estreno de Netflix, “Spiderman Vs Batman”…, ah, no, perdón… El diablo a todas horas (Antonio Campos, 2020). La realidad es que ni siquiera había visto el trailer y no tenía ni idea del argumento, ni siquiera del género. El cartel me recordaba a Sicario, y el elenco me parecía atractivo a priori, así que no puse muchas pegas a la elección a pesar de no tener el ánimo para el drama que pensaba que era.
Antonio Campos, su director, es también quien ha guionizado la novela homónima de Ronald Ray Pollock al alimón con su hermano. El diablo a todas horas transcurre en la América profunda de la posguerra, y sus historias entrelazadas y narradas por una lírica al tiempo que sarcástica voz en off se alargan durante dos décadas, convirtiéndose en un catálogo de los más bajos instintos y miserias del ser humano justificados por un Dios al que se invoca sin descanso.
Definitivamente, si algo llama la atención en esta película es la lista de actores y actrices de renombre que encabezan el reparto: Tom Holland (Spiderman: Homecoming, 2017), quien vehicula gran parte de la historia y nos hace olvidar al joven superhéroe marvelita con una actuación muy medida; Robert Pattinson (El Faro, 2019), que consigue hacerte detestar su personaje no solo con sus acciones sino con su afectado acento y lenguaje corporal, y Bill Skarsgård (It, 2017), Mia Wasikowska (Alicia en el País de las Maravillas, 2010) y Jason Clarke (Cementerio de animales, 2019) entre otros. Sin embargo, el personaje que nos acompaña durante todo el metraje es la voz en off, que en la versión original pertenece al autor de la novela y que funciona como un narrador omnisciente, casi como un Dios que observa y juzga desde las alturas, revelándonos los más íntimos pensamientos e intenciones de cada personaje.
El diseño de producción es simplemente perfecto, con esa mezcla de fealdad, dureza e indudable encanto de los estados rurales del sur tras la II Guerra Mundial. La iluminación, con grandes contrastes entre la claridad de los exteriores naturales diurnos y la oscuridad de los interiores, es un reflejo de una historia en la que los mínimos rastros de bondad en algún que otro personaje son engullidos por las sombras del resto o las tristes circunstancias de su vida, y en las que sólo los espacios naturales parecen encerrar verdadera belleza.
Otro de los puntos fuertes de El diablo a todas horas es la combinación entre el montaje y la narración de la voz en off, con flashbacks que explican con detalle acontecimientos que ya conocemos previamente. Sin embargo, hay que estar muy atentos, ya que los saltos adelante y atrás son constantes y es fácil perder el hilo de la narrativa y desordenar los acontecimientos, sobre todo en el primer tercio del filme. Al igual que ocurre con Pulp Fiction, Antonio Campos consigue conectar de forma impecable escenas, personajes y tramas puntada a puntada, hasta completar un puzle que resulta sorprendentemente coherente y completo una vez lo contemplamos en su totalidad.
Quizá el mayor problema de El diablo a todas horas es que peca de un metraje excesivo (más de dos horas) que ralentiza algunos de sus tramos, aunque en mi caso debo decir que en ningún momento me resultó aburrida o pesada, ya que la mezquindad de la historia me terminó atrapando. Por otra parte, la sordidez de muchas de sus escenas puede incomodar al espectador, aunque ese es sin duda el principal objetivo de la película: incomodarnos mostrándonos la cara más oscura de la naturaleza humana.