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La celda

Unos años atrás tuve que dejar constancia de mi admiración y amor hacia The Fall, una película no especialmente conocida y seguramente no del gusto de todos los públicos, pero innegablemente arrebatadora en el ámbito visual. Y si bien su director, Tarsem Singh, ha seguido capitaneando proyectos, lo cierto es que esa impronta visual ha ido diluyéndose a medida que pasaba el tiempo, por lo que quería comprobar si con la mencionada cinta había tenido un golpe de suerte o si en algún trabajo anterior tenía el mismo estilo. Me alegra saber que se trataba de la segunda opción. Os hablo de La celda.

Catherine Deane es una psicoterapeuta que trabaja en un método experimental mediante el cual logra introducirse en la mente de sus pacientes. De forma paralela, el agente Novak del FBI busca capturar a un peligroso asesino de mujeres, solo que cuando más cerca está de atraparlo, el asesino cae en coma. De esta manera, los caminos de la Doctora Deane y el agente Novak se cruzarán, pues ella será la encargada de desentrañar los secretos de la mente del asesino.

Nietzsche afirmaba que “si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada” y dicha cita podría englobar a la perfección la trama de la película, pues la lleva hasta las últimas consecuencias. Tratar de comprender los complejos procesos de la mente de un asesino es una tarea ardua de la que difícilmente se saca nada en claro o nada bueno, pues se trata de un camino solo de ida con el objetivo de desentrañar la naturaleza más oscura de algunos seres humanos que acaba consumiendo de alguna forma al emprendedor de dicha búsqueda. El cine y la televisión son conscientes de la fascinación y morbo que despierta una asesino, por lo que el lenguaje audiovisual es un medio muy válido para tratar de explorar esta temática de muchas maneras diferentes.

La celda

De tan manido que pueda estar el tema, uno puede pensar que ya lo ha visto todo relacionado con esta trama, pero al abordarlo desde una perspectiva donde lo cerebral se vuelve muy visual y donde la imaginación no tiene ningún límite se crean unas imágenes para enmarcar. En todas y cada unas de las escenas en las que se explora la mente, el espectador no sabe cuál es el deleite que va a aparecer ante sus ojos. Desde escenarios más industriales con referencias al surrealismo pasando por hogares más minimalistas y propios del medio rural estadounidense hasta salas completamente barrocas y excesivas en cuanto decoración y colores con cierto punto kitsch, por mencionar unos pocos. Todos los departamentos artísticos (fotografía, diseño de producción, vestuario, peluquería y maquillaje) realizan una labor titánica en cuanto a la creación de escenarios, logrando un acabado único y a la vez reconocible con el estilo más característico de Singh, donde él mismo también mediante la fotografía con unos inabarcables planos generales y unas transiciones en el montaje tanto verbales como visuales consigue crear unos paisajes oníricos que parecen sacados de un sueño febril.

El filme podría dejar que toda la sustancia primase por encima del contenido, y más siendo tan estimulante a todos los niveles. Sin embargo, como thriller policial y psicológico también funciona como el mecanismo de un reloj gracias a que el suspense no decae en ningún momento, de modo que el ritmo está medido con una gran precisión donde lo convencional y el terreno más fantástico se metamorfosean en una con soltura debido al gran trabajo previo de introducción. Y es que por mucho que la trama policiaca pueda remitir a Seven o a Saw (siendo esta última posterior), lo cierto es que en este caso si algo no está roto, para qué arreglarlo. También es de agradecer que la estética del mundo real se diferencie con creces del mundo más onírico, resultando en unos lugares mucho más asépticos que le sientan como un guante a la película pero con los que también se juega a lo largo del metraje.

La celda

Como no podía ser de otro modo, los tres pilares fundamentales de la cinta son la Doctora Deane, el agente Novak y el asesino, es decir, Jennifer Lopez, Vince Vaughn y Vincent D’Onofrio respectivamente. La primera sí bien tiene un papel más limitado, es muy solvente en su desempeño, pues su personaje requiere que muestre mucha empatía y sea un personaje reconfortante, tarea que logra de forma notable. En el caso de Vaughn su personaje encaja dentro del estereotipo de policía obsesionado con la justicia y con un caso en particular pero sin resultar del todo antipático y en cuanto a D’Onofrio resulta escalofriante verlo transformarse en una bestia y llevar a cabo sus actos casi sin compasión, por mucho que su personaje también acabe cayendo en clichés.

En resumen, la base de la cinta está muy asentada, pero es todo su despliegue visual sin freno lo que la engrandece y la convierte en algo peculiar al menos en cuanto a envoltorio.

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