La llamada de Cthulhu
Últimamente (y por culpa de un futuro programa de cierto podcast) he estado disfrutando de un buen puñado de películas basadas en la obra del mítico escritor H. P. Lovecraft, desde la recientemente estrenada en salas Color Out of Space hasta la ochentera Re-Animator. Pero sin duda la más curiosa adaptación de uno de los fantásticos relatos de este autor de culto con la que me he topado es la pequeña joya escondida que os traigo hoy: La llamada de Cthulhu (Andrew Leman, 2005).
En La llamada de Cthulhu, un hombre internado en un centro psiquiátrico le relata a un doctor la investigación que lo terminó dejando en tal estado. A través de pequeños relatos sacados de diarios personales y noticias, el protagonista va colocando poco a poco todas las piezas de un rompecabezas relacionado con el culto a dioses cósmicos durmientes capaz de llevar a cualquier persona a perder la cordura.
No es la primera vez en este siglo en que se opta por emular el cine mudo con grandes resultados a la hora de producir una película. Lo hemos visto en The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) o Blancanieves (Pablo Berger, 2012), pero en ambos casos, y a pesar de la innegable calidad de su apuesta, nos encontramos con la misma calidad de imagen y sonido (en cuanto a la banda sonora) que esperaríamos de cualquiera de sus coetáneas a color y dialogadas, y a pesar de que el vestuario y los decorados se ajustan perfectamente a la época que retratan, los actores y actrices aparecen ante nosotros con rostros llenos de frescura y naturalidad. Este no es el caso de La llamada de Cthulhu.
Con sus casi 47 minutos de duración, este mediometraje se rodó gracias al impulso y la financiación de la HPLHS (Sociedad Histórica H. P. Lovecraft de Estados Unidos), en su afán de dar a conocer y difundir la obra del escritor. Curiosamente, y lejos del resto de adaptaciones cinematográficas de su obra, en las que se juega con el colorido más intenso, para este filme se escogió el Mythoscope, un proceso de grabación patentado por la propia HPLHS que mezcla técnicas digitales contemporáneas con otras analógicas propias de los comienzos del cine. De igual forma, la música que acompaña el metraje ha sido grabada y editada utilizando el Mythophone, la pareja sonora del Mythoscope, desarrollado y patentado también por la HPLHS y que busca un sonido tal y como obtendríamos con equipos de la de cada de 1920. El resultado es una película cuya factura podría ser fácilmente ubicada a principios del siglo XX, pero ajustada a los casi 50.000 dólares de presupuesto con los que contaban. Si tenéis curiosidad por conocer más detalles del rodaje, os aconsejo que echéis un vistazo a este pequeño diario que el director fue escribiendo durante el mismo.
La estética de La llamada de Cthulhu bebe conscientemente de las fuentes del expresionismo alemán de Wiene, Murnau o Lang. En más de una escena onírica es difícil no recordar los paseos del sonámbulo Cesare por la ciudad de El gabinete del Doctor Caligari. Absolutamente todos los aspectos técnicos del filme están supeditados a ese esfuerzo por reproducir dicha corriente estilística, y a conseguir ese look vintage de película rodada en los años 20, por lo que encontraremos no solo las típicas rayas y motas de una película de celuloide, sino también los ocasionales cimbreos de imagen y el resplandor propio de las primeras producciones mudas. Porque, como habréis podido intuir a estas alturas, los diálogos en La llamada de Cthulhu se reducen a las acostumbradas cartelas, lo que curiosamente beneficia a la adaptación de un relato con predominancia de la narración sobre el diálogo entre personajes.
El contraste en la iluminación, los juegos con las luces y las sombras, los planos rodados desde ángulos poco convencionales y los decorados artesanales y de corte cubista de algunas escenas, propios de la corriente expresionista, se ven reforzados por localizaciones exteriores cuidadosamente escogidas para reproducir la época en la que pretende haber sido rodada e interiores. De igual forma, los actores y actrices han sido maquillados resaltando ojos y labios emulando eficazmente el look lánguido y sombrío de dichas producciones. Además, hace uso de técnicas utilizadas desde las primeras etapas de la historia del cine, como el stop-motion. Mucho antes que Spielberg con su Parque Jurásico, Harry O. Hoyt maravilló al mundo con El mundo perdido en 1925.
En conclusión, La llamada de Cthulhu es una cuidada pieza, producida con gran mimo y cariño, a la que cualquier amante de Lovecraft o del cine estará encantado de acercarse.