No se admiten perros ni italianos

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No se admiten perros ni italianos

El recuerdo de los seres queridos es intenso al principio y con el paso de los años se va diluyendo hasta tener menos consistencia y parecerse a un sueño. Es algo que me perturba. Que se me esté olvidando la voz de mi abuela, que ya no recuerde la intensidad de su perfume, ni el sabor de la comida tan rica que preparaba. Somos seres sociales, por mucho que las nuevas generaciones propugnemos la importancia del individualismo, somos el resultado de aquellos que estuvieron antes. A veces, sumergidos en el auge de la vida diaria, lo olvidamos. Y el hilo que nos ata a nuestros seres queridos, se enreda y se pierde en el laberinto. La quimera es una de mis películas favoritas porque habla justamente de eso, de la importancia de entender y respetar el pasado para entender el futuro. No se admiten perros ni italianos parte de esa misma premisa.

Imagino al director, Alain Ughetto, levantándose un día obsesionado como yo con que el recuerdo de su abuela no se diluyera. Pensando en cómo hacerla eterna. Supongo que se puso a escribir, a poner por escrito todo aquello que le habían contado. Esas historias de mesa camilla que no entienden de fronteras. Todas las abuelas saben contar historias porque entienden la importancia de que no olvidemos. La de Alain cobra vida convertida en figura de plastilina que se mueve e interactúa con su creador y empieza a tejer los hilos del pasado de la familia Ughetto.

Es principio del siglo XX y la vida en la región donde habitan se ha vuelto demasiado complicada. Tanto que Luigi Ughetto, el futuro patriarca de la familia y abuelo de Alain, tiene que emigrar. Aunque más que eso, tiene que marcharse hacía lo desconocido. A tratar de encontrar un futuro que en ese momento significa poder trabajar para conseguir un trocito de patata. Y la abuela Cesira, cuenta la hazaña de Luigi como si de una leyenda se tratara. El joven italiano que cruzó los Alpes y cambió la historia de su familia. Porque cuando atravesó esas montañas rocosas, heladas y ese paisaje desolador, llegó a un lugar más próspero y conoció al amor de su vida.

Me rompe el corazón esta obra de animación en stop motion. Una joya que parece pequeña y encierra todos los valores que estamos perdiendo. Porque hay gente negando el Holocausto, tenemos a políticos haciendo apología de épocas dictatoriales, jóvenes que se creen antisistema por abrazar al nazismo como si de una moda punk se tratara. Hace muchos años, me cancelaron un vuelo y tuve que pasar muchas horas en un aeropuerto con la única compañía de mi Jot Down. Eran los buenos tiempos, cuando la tenía cada mes en papel. Y me puse a leer un reportaje extremadamente largo sobre los camisas negras.

Sentí mucha vergüenza de no conocer esa parte de la historia. De haber creído durante años que el fascismo surgió así de repente, como una chispa espontánea que lo arrasa todo. Cesira nos cuenta la verdad, su verdad. Que el fascismo fue apareciendo poquito a poco. Que estaba latente en ese cura que acosaba y extorsionaba a la familia para que le dieran lo poco o nada que tenían y además reprochaba a Luigi su falta de fe.

El fascismo estaba en esos policías que promovían el miedo y perseguían a los que pensaban de forma diferente. Y Luigi, ese hombre trabajador hasta el extremo, amante de su familia y de su mujer (hasta el punto de tener un millón de hijos, más o menos) se convirtió en un forajido y tuvo que huir. Que decirle adiós para siempre a la región que lo había visto crecer, donde pensó que siempre sería libre, tuvo que despedirse de su padre sin un beso ni un abrazo porque entonces eso no se llevaba. Tuvo que dejarlo atrás sabiendo que no volvería a verlo.

Y en ese camino, en esa nueva aventura tratando de encontrar un futuro mejor, la familia Ughetto descubrió que no eran bien recibidos porque eran italianos. No se admiten perros ni italianos, parece chiste, pero es parte de la historia que tratamos de olvidar. Guerra, hambre, miseria, Italia, Francia, Suiza…y otra vez la guerra, el hambre, la miseria.

Y a la vez es tan bonita, tan tierna, tan llena de luz y esperanza que después de hacerte añicos el corazón, te abraza y reconforta. Y se queda para siempre contigo, como los cuentos que tu abuela te contaba.

La mejor obra de animación de los Premios del Cine Europeo es una abuela que cuenta y un nieto que escucha. Mi abuela siempre me contaba historias de cuando la guerra. Sobre todo me hablaba del hambre en la posguerra, de las 2 pesetas de aceite y de aquel pobre panadero. Me regañaba si no me comía el pan y si le decía que no me echara tanto aceite. También me explicaba cómo actuaban, cómo se llevaban a la gente humilde, como el miedo era tan parte de sus vidas como el hambre.

En los tiempos que corren, recordar y narrar lo que nos contaron nuestras abuelas, es la mejor forma de luchar contra el fascismo, contra el olvido.

LA NOTA DE FILMFILICOS

EN POCAS PALABRAS

Una película dura y difícil pero también preciosa. Una abuela que le cuenta a su nieto la historia de su familia. Los hilos que se entrecruzan y permiten que él esté ahí, que pueda contar su historia.Es preciosa.

5
Alain UghettoAnimaciónAriane AscarideCine francésDramaStop Motion
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Estrenos a vista de trailer (13/12/2024)

Autor/a

Zulay (AKA Zulay Montero Maldonado)

Autobiografía: Escribo porque si no mi cabeza explota. Storyteller o cuentacuentos con muchas ideas y muy poco tiempo. Frase: "Tonterías. Solo lo dices porque nadie lo ha hecho nunca" - La princesa prometida

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