De cara a obtener un reconocimiento en los Oscar jugar a la carta del biopic suele ser una apuesta segura, al fin y al cabo actuar en base a un personaje real con una vida interesante es un imán para espectadores y críticos. Sin embargo, si el personaje es cuestión es una figura controvertida el camino ya no resulta tan fácil y el enfoque se vuelve incluso más crucial. Quizá en los tiempos actuales una de las figuras más polémicas es nada más y nada menos que Donald Trump por motivos de sobra conocidos. La tarea que tenía entre manos Ali Abbasi ante un proyecto que busca indagar en los orígenes del magnate no era sencilla, pero gracias al marco temporal que abarca la película y a las olas que sortea el guion el proyecto logra salir más que airoso. Os hablo de The Apprentice. La historia de Trump.
Ubicada en la Nueva York de los años 70, el joven Donald Trump no es más que el hijo de una adinerada familia de la ciudad que está tratando de abrirse camino en el mundo de los negocios. En medio de esa travesía se cruza en su camino Roy Cohn, un despiadado abogado que ve en el joven Trump un pupilo perfecto que amoldar a su imagen y semejanza dado que posee una gran ambición y está dispuesto a todo con tal de conseguir la tan ansiada cima.
Resulta cuanto menos curioso que sea Ali Abbasi el encargado de dirigir la cinta, pues si se echa un breve vistazo a su filmografía pronto se descubrirá que es un nombre más apegado al terreno fantástico y/o terror o incluso capaz de ofrecer thrillers muy crudos, por lo que ver su nombre aquí resulta una sorpresa grata dada el notable resultado del filme y agradable de comprobar que se desenvuelve bien con el drama. Dada la enorme influencia que posee Trump ahora mismo y lo polarizante que resulta su mera figura como persona y como presidente de unos de los países más influyentes del planeta, hubiese sido fácil construir una historia humanizándolo, y a pesar de que la propia presencia de Roy Cohn es el detonante para que acabe convirtiéndose en el hombre que es hoy en día, la cinta no busca en ningún momento la empatía. Desde la primera escena la ambición está ahí, las semillas de la persona que terminarán germinando están ahí. Solo hacía falta el agua con la forma de Roy Cohn para que brotase un fruto podrido hasta la médula.
A través de la presencia de Cohn de manera gradual se va forjando el carácter de su pupilo. Debido al carácter y los métodos de Cohn para conseguir exactamente lo que quiere, unas formas extremas bajo cualquier punto de vista, más pronto que tarde se va a dar aquello del alumno superando al maestro. Y es durante ese viaje de construcción de la figura del magnate billonario imparable que todos conocemos hoy en día que se producen algunas de las escenas capaces de dejar ojiplático al espectador, con un ritmo endiablado a base de cámara en mano, opulencia, los grandes temas musicales de cada época y montaje muy rápido donde no hay tiempo para el aburrimiento, el crecendo del drama y la comedia es tan potente que supera a cualquier guion y ese ascenso de un don nadie o un casi nadie a los cielos de Manhattan y prácticamente de todo el país, porque para qué ser conformista pudiendo tenerlo todo. Y francamente, poco importa si la historia que se está contando es real o tiene más de ficción que de realismo, pues como el propio Trump ha dejado caer varias veces con sus acciones, gestos o discursos, esa línea para desgracia de muchos es cada día más difícil de distinguir.
Si darle el enfoque adecuado a una historia de tal calibre se antojaba una tarea complicada, no menos complicada era la tarea del valiente que se atreviese a ponerse en la piel de Trump. Hubiese sido tremendamente sencillo que el actor en cuestión tirase de manierismos para rozar la burla o la parodia, pero Sebastian Stan hace un trabajo excelente en el que prácticamente desaparece para mimetizarse por completo a través de sutiles muecas, el tono del voz, la forma de articular las frases o la actitud de ganador que lleva por bandera está perfectamente medida sin caer nunca en el ridículo. Igual de impresionante resulta Jeremy Strong como Roy Cohn, ese tiburón implacable de la Gran Manzana y que resulta aterrador hasta donde está dispuesto a llevar sus principios para sus propios fines con tal de no saber jamás lo que es una derrota en un ejemplo perfecto de la peor masculinidad tóxica e hipócrita. Y no menos destacable también es el trabajo de Maria Bakalova, quien aporta un punto muy cómico a toda la vorágine.
Tal vez el único defecto que se le pueda sacar es que si bien queda claro que se trata de una historia de los orígenes de Trump y mas o menos el público sabe quien es, con Roy Cohn no sucede lo mismo. Por supuesto que algo de contexto sobre sus logros se explica, pero queda muy en las sombras y quizá con un poco más de contexto habría terminado de redondear la propuesta. Aun con ello, pese a las opiniones que pueda generar su protagonista, es una cinta que hay que ver para creer.