Vampira humanista busca suicida
Como el hierro hacia un imán, si existe una película de vampiros debo verla. Por supuesto, tengo mis preferencias en cuanto a los enfoques que se les pueda dar a estas maravillosas criaturas de la noche que viven a base de sangre, ya sea como esos malvados monstruos al más puro estilo Nosferatu, como esos caballeros victorianos con sus pinceladas de humanidad o como metáforas para problemas del mundo contemporáneo como The Addiction. La película de hoy entraría en ese último grupo de usar el vampirismo como una metáfora para problemas serios y que sin redefinir por completo el mito, se trata de una cinta bastante loable.
Sasha es una vampira con un problema grave: es demasiado sensible para matar a un ser humano. Sus padres son conscientes de este dilema, pero eventualmente dejan de proveerle la comida. Al poco tiempo Sasha conoce a Paul, un adolescente harto con tendencias suicidas dispuesto a alimentar a Sasha con su vida. Pero antes de morir, Paul tiene un último deseo y Sasha le ayudará a cumplirlo.
Lo cierto es que la escena con la que abre la película tiene un tono tan cómico y ninguna vergüenza por lo kitsch que podría estar ambientada en el mismo universo de Lo que hacemos en las sombras, un tono que es un cambio radical a lo que podría esperar tan solo al leer la sinopsis. Sin embargo, a medida que se va conociendo más de las circunstancias de Sasha, el drama propio del cine independiente se abre camino, y a partir de ahí ambos tonos van a trenzarse hasta el final, en muchas ocasiones de manera inesperada haciendo del filme una experiencia tremendamente particular.
Y es que en su camino por construir su propia personalidad, la cinta toma elementos de otras películas de vampiros para darles su propio toque. La humanidad a la que tanto se aferra Sasha y su negativa a matar que para su entorno parece más una maldición que una virtud podría estar en consonancia con el conflicto de Louis en Entrevista con el vampiro; el entorno de Quebec en el que se ambienta la película a medio camino entre lo cool culturalmente hablando y lo decadente con el loft industrial, los neones difusos y la música a la que se concede gran importancia es algo ya visto en Solo los amantes sobreviven o incluso en Una chica vuelve a casa sola de noche; y una vez los caminos de Sasha y Paul se juntan es fácil ver las similitudes entre ellos y Oskar y Eli en Déjame entrar, donde parece que ella por su condición de vampira puede ayudarle a hacer frente a todo lo que él teme.
Con tantos referentes desperdigados por la historia y por la estética sería fácil pensar que la cinta de Ariane Louis-Seize sea tan solo una suma de ideas pasadas y más exitosas en sus versiones previas. Pero al tener con ciertas pinzas el coming of age de Sasha, su negativa a ser independiente de la casa de sus padres y casi esperar que sus padres sean siempre los que se ocupen de ella por el miedo a su propia condición, como ese dilema la lleva a estar sumida en unos pensamientos oscuros hasta el punto de buscar ayuda en un grupo de humanos y de ahí conocer a Paul, y los propios pensamientos suicidas de Paul, de como el chico no tiene nada especial en su vida por lo que merezca la pena seguir adelante y su predisposición a dar su vida por Sasha, se da ese caldo de cultivo para tratar el suicidio, un tema a todas luces delicado, con una perspectiva que sin quitarle hierro al asunto, consigue arrojar algo de luz sobre este tabú infundiéndole esperanza gracias al improbable pero especial encuentro entre Sasha y Paul.
A pesar de que hay personajes muy variopintos siempre presentes en los márgenes de la historia, los claros protagonistas son Sasha y Paul. Sara Montpetit como Sasha ofrece una interpretación de alguien que está cansada, de hecho parece más cansada que Paul de la vida en general, como una adolescente más gótica o con un actitud incluso rozando lo emo, pero basta que se la rasque un poquito para que esa fachada estalle por los aires. En el caso de Félix-Antoine Bénard es más particular, pues a pesar de ser el personaje con ideas suicidas más abiertas, su interpretación durante todo el filme da la sensación de que está al borde de un ataque de nervios, por lo que cuando ambos se juntan parecen ser la combinación autodestructiva (o no) perfecta.
En líneas generales, se trata de una película independiente que usa la figura del vampiro para tratar temas cotidianos y sombríos como el suicidio y el entorno familiar y que pese a todas sus vueltas logra un cierre satisfactorio y hasta cierto o punto poético. No podría terminar mejor.